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Su fiebre aún no bajaba, cosa que empezaba a ser común, claro que no más que el resto del cuerpo que permanecía frío, pero angustiaba. Una extraña combinación que realmente podría ser peligrosa si no se trataba, sin embargo, había hecho hasta lo imposible por mantener al inconsciente estable y fuera de peligro. No podía hacer nada más que lo normal, ya que como su linaje y origen lo había dicho, no tienen permitido tocar a otra raza que no pertenezca a su creación, refiriéndose también a que no podía curarlo por medio de sus poderes. Era estrictamente prohibido.

Tuvo que de nuevo ir a por agua hacia el río, teniendo que dejar la cueva en la que se refugiaba. No era su preocupación dejar a su compañero solo, sino que no tenía tanto tiempo disponible y no podía estar divagando tanto, o como no quería admitirlo, cuidando a alguien cuando debía hacer cosas más importantes.

Se agachó para llenar la cubeta de agua poco a poco sin que le afectase el frío que estaba haciendo, sobre todo en pleno invierno. Más bien le sorprendió que el río no estuviese congelado hasta ese punto, después de todo, solo había pasado alrededor de cinco días desde que empezó a nevar sin cesar, gracias a sí misma, vergonzosamente.

—¿Cómo lo supo? —quiso saber de nuevo el chico que no se despegaba de ella como claramente debía.

No le respondió, estaba concentrada en llenar la cubeta lo más pronto posible, pero el agua ya se estaba congelando y era cada vez complicado.

—No lo entiendo, me encontró fácilmente, nadie le siguió, nadie nos buscó, ¿por qué?

Después de que logró llenarla, se levantó y emprendió el camino de vuelta a la cueva donde esperaba su inconsciente compañero, siendo seguida por el individuo que no paraba de hacer pregunta tras pregunta desde que estaban juntos. Cada vez le colmaba aún más su poca paciencia, de hecho, era un milagro que no lo hubiese insultado en varias ocasiones.

Una vez que pudo poner a una temperatura normal el agua gracias al calor de sus manos, introdujo el pañuelo hasta mojarlo completamente y exprimirlo para después ponerlo en la frente del durmiente con suavidad, con los otros pañuelos, limpió parte de su cuerpo, logrando así que se mantuviera de una temperatura más cálida, aunque era cuestión de tiempo para que volviese a enfriarse. Mikaela tenía demasiados días en ese estado sin mejora ni empeoramiento, de igual forma preocupaba que nunca despertara.

—Va a estar bien, él siempre ha sido fuerte, señorita Neoma —aseguró el joven cuando quiso tomarle la mano, pero la chica no se lo permitió —Sé que he sido insistente todos estos días sobre el tema, pero debe entenderme, por favor. Perdí a mi hermano, escapé, usted me llevó consigo, no sé qué hacer o pensar al respecto. Debe entender que quiero la verdad, solo eso…

Ella entendía al joven, no lo culpaba de querer saberlo todo, pero desde que ocurrió dicho evento donde dejó a todos estáticos, no había querido mencionar ninguna palabra, como si quisiera dejar todo así. Sin razones algunas, sin explicación para siempre. Pero sabía que no podía ser egoísta con el muchacho que más bien había obedecido cada una de sus palabras, tal cual como un niño bueno, lo cual, si seguía con su egoísmo de no querer mencionar ninguna palabra, sería aún peor. Ya no podía estar ignorando la necesidad de otro.

—Usted siempre lo supo todo, ¿verdad? Todo… desde el principio —aseguró su teoría repentina.

—Cállate, niño —pidió a su manera amable —Deja de crearte cosas en la cabeza.

—Es que no puedo, lo lamento. He esperado lo suficiente y como resultado de eso, me ha hecho pensar lo obvio. ¿Cómo sabe quién soy o por qué no dice nada? ¿Cómo supo dónde encontrarme? No, espere, simplemente ya sabía todo. Sabe de mí.

Vínculos finales. Libro#03. Final.Where stories live. Discover now