1

177 26 29
                                    

Recuerdo mucho mejor el día que regresaste que el día que te fuiste, porque esa mañana tuve el impulso de saltar por la ventana. Cuando te marchaste no fui muy consciente de ello, me tomó un tiempo aceptarlo; incluso después de varios años fue como si nunca te hubieras ido, al menos no del todo. Constantemente me sorprendía a mí mismo negociando contigo, o mejor dicho con el fantasma que dejaste atorado entre mis costillas; aunque "negociar" es un verbo demasiado amable. Yo peleaba con esa aparición. Fantaseaba con asesinarla. Asesinarte.

A tu regreso, todo era diferente a la manera en que lo dejaste. Las cosas estaban más desordenadas y sucias, más endebles. Por las cosas me refiero a mí, pero sé que lo sabes. Así como también sé que no te sorprenderá que tuviera ganas de saborear el viento desde algún lugar muy alto; creo que ese impulso fue uno de los primeros secretos que descifraste sobre mí: que siempre andaba por ahí queriendo caer.

Recuerdo lo lejos que solíamos ir cuando éramos más jóvenes; me encantaba estirar y forzar mi resistencia como una liga hasta sentir el ardor del latigazo recorriéndome la piel, y tú amabas empujarme al punto en que las fibras de goma empiezan a ceder y amenazan con romperse. Nos deleitaba tomar una ruta distinta a casa, el camino largo, nuestro hábitat era el suelo gris y pulido después de tantos pasos, la luz tenue y casi siempre parpadeante, la oscuridad densa al comienzo de los túneles. Sé que resolviste mis configuraciones más ocultas antes de que yo mismo lo hiciera porque tú las comenzaste, no lo olvido. Colocabas las puntas de tus botas apenas sobre la línea amarilla pintada en el suelo y me sonreías por encima del hombro cuando te decía que te hicieras para atrás, que no te fueras a caer, y te reías diciendo que ni que estuvieras tan pendejo.

A veces temía que pudieras ver al interior de mi cráneo, que tuvieras el poder de revolverme el cerebro y meter unos dedos invisibles entre sus pliegues para saber lo que sentía. En tu risa afilada encontraba la certeza de que, quizá, advertías mi pulso de pronto desbocado, mi boca seca, la sensación de mil arañas trepándome por las piernas. ¿Qué más podía pensar? Si cada noche avanzabas de a poquito. Algunas veces ni un centímetro, pero yo lo notaba. Me invitabas a seguirte, y yo no lo hacía por tus maliciosos "¿qué, te da miedo?", que pretendían golpearme el orgullo. No. Sino por el mero gusto de notar el vacío en la boca del estómago, de sentir la lucha contra el impulso de dar otro paso más; y, también, de recibir tu mirada brillante cuando la punta de mis tenis estaba a la altura de los tuyos.

Me sentía tu par, ¿puedes creerlo? Solo dos hombres de pie en el canto de la muerte, sin mucha historia detrás y nada de futuro por delante. Esos segundos eran lo único que bastaba para alterar por completo mi percepción de la realidad y sentir que tirabas tanto de mí como yo de ti.

Los últimos días nos parábamos tan cerca de la orilla que los vagones pasaban rozándonos la nariz y despeinándonos al llegar a la estación. Solía sentirse bien, pero no pienso que siga siendo divertido. Ahora conozco el crujir de los huesos, Damián; y creo que lo conocerás también.

La cosa es que volviste y no sé por qué. Quizá, como a mí, igual te mueve un impulso visceral por destruir. Si te soy honesto, tampoco es que quisiera matarme por tu repentina aparición, aunque en otras épocas sí me hubiera bastado. Pero elegiste la peor noche para hacer tu regreso triunfal. Ese día, por la mañana, vomité en el fregadero sobre los trastes sucios. Sentí que me asfixiaba, que lo que trataba de pasar por mi garganta era una masa babosa de libélulas aleteantes, pero no. Era pura bilis.

No soy de los que vomitan, por alguna razón pienso que debes saberlo. Nunca, jamás. Te recuerdo presionando el final de mi garganta con ímpetu, casi con rabia, antes de llenarme el estómago y dejarme el aliento oliendo a semen; ni siquiera en tus desahogos más airados y asfixiantes conseguías hacerme pasar de un par de arcadas. ¿Qué detona a alguien que no conoce de ascos?

El miedo, Damián. Estaba enfermo de miedo.

El terror es una emoción poderosa, antes no lo sabía, o no lo había experimentado, sin embargo, muchas cosas cambian en pocos años. Tiempo atrás, en la época de la luz, llegué a sentirlo en situaciones muy controladas: contigo en los andenes, corriendo detrás de ti por una avenida que los dos sabíamos no era tan concurrida para ser demasiado peligrosa, sentados con los pies colgando de la azotea de tu departamento. Ahí hay miedo, aunque no auténtico. Te desboca el corazón, pero no te orilla a los límites de los sentidos. No te paraliza de la misma forma. Hay personas que pueden creer que se que se están muriendo sin tener un subidón, pienso que soy uno de ellos. Y de alguna manera me gusta, ¿sabes? Creo que con el pasar del tiempo me he habituado tanto a él que se ha vuelto parte de mí. No recuerdo cuándo fue la última vez que dormí sin pesadillas, no sé quién soy sin ellas, tampoco. Si tuviera que presentarme de nuevo, no diría "Soy Italo, y me gusta..." para proceder a enumerar una lista de hobbies que no me definen.

Si te conociera por primera vez ahora, te diría: soy Italo, soy músico. Soy Italo, una vez me abandonaste. Soy Italo, sueño con sombras cada noche; algunas, de hecho, las veo ya a plena luz del día, con los ojos bien abiertos. Soy Italo, guardo un secreto en el congelador de mi cocina y me hizo vomitar la primera vez que lo tuve entre mis manos, pero ahora, de vez en cuando, me gusta olerlo, tocarlo. Lamerlo, en ocasiones.

Soy Italo, y voy a enseñarte un par de cosas sobre el miedo.

¡Hola, hola! Ay, no tienen idea de cuánto extrañaba publicar, y lo mucho que me costó escribir y escribir sin compartirlo

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.

¡Hola, hola! Ay, no tienen idea de cuánto extrañaba publicar, y lo mucho que me costó escribir y escribir sin compartirlo. Ahora este bebé ve la luz y empieza lo bueno.

Preguntas suavecitas para comenzar, si su ex les escribe algo así, ¿cuánto tardan en estar en la comisaría? Pero ya en serio, ¿qué les parece? Los leo. 

Xx, Anna. 

Toda esta oscuridadWhere stories live. Discover now