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—La luna ya está en su totalidad negra, Matriarca —Seun habló con rigidez aún sobre su rodilla, desde que fue solicitada su presencia, no había terminado su reverencia.

—Seun, te has preparado más que todos aquí por complacerme, y hasta entonces lo has hecho en su bien total, con sus percances he de arreglar —le recordó mordazmente mientras le ponía un abrigo negro en sus hombros como muestra de su total confianza, puesto que, aún teniendo en cuenta los errores de la Eterna, Seun había demostrado ser lo suficiente capaz como para dejarle la opción de presentarse primeramente —Está en ti como primer Eterno recibir a las razas manchadas del mundo.

Seun tragó saliva incómoda y nerviosa por tal peso de responsabilidad que le tocó llevar, pero también estaba orgullosa de sí misma y ansiosa por demostrarle a quién más fe le puso en sí todo el resultado de lo mismo, de lo que logró con su admiración y respeto al darle una nueva vida. Claramente, su hermano siguió en descontento con ello y la mayoría de las discusiones eran por el mismo tema, sin embargo, en ese eclipse no iba a interferir ninguna opinión o queja de su misma sangre, mucho menos le daría paso a los nervios que la envolvían naturalmente.

La Eterno se levantó en cuanto el abrigo tocó sus hombros, mismo que antes le perteneció a su antecesor, una vez que pasó sus brazos por la tela, el Creador asintió con su cabeza dándole el total permiso para recibir de primera estancia, a los que convocaron el diálogo. Miró a su alrededor, justamente encontrándose con los Eternos y al recibir su aprobación meramente con sus gestos, incluyendo el de su propio hermano, siguió su camino lejos de la torre, donde yacía preparado la mesa para el gran banquete, cortesía del mismo Creador.

Seun, la primera Eterno, sería quien iniciaría la velada.

Cuando los pies del Eterno tocaron el exterior, todo era decorado por la negrura del eclipse, convirtiéndose en una madrugada sin estrellas ni nada de luz lunar que pudiese aclarar el escenario. Claro, para ella era fácilmente visible todo, pero para cualquier animal, era como estar dentro de una caja sin oportunidad de visualizar algo. Los únicos que podían ver, eran los mismos que pertenecían a la creación, ni siquiera los humanos tenían ese don.

Seun contó quienes se habían atrevido a venir y se llevó la sorpresa de que no pasaban ni de los tres dígitos, es más, ni siquiera llegaba a los treinta. Tenían que tener mucha valentía como para no traer a más de los suyos en caso de que los eventos llegaran a lo peor, pero también debió tener en cuenta que la misma Ishani no pasaba de los cincuenta con sus presentes, mejor dicho, no permitió la estadía de ni siquiera la mitad de sus miembros. Allí supo que no sabía realmente qué quería la Matriarca. No obstante, su objetivo era dar la bienvenida y ser la que iniciase la ceremonia.

Estaba a diez metros de distancia de los llegados y la larga mesa donde se comenzaría el banquete, permaneció en el medio en la espera de que se sentasen. Lo único que faltaba era que Seun dijera la primera palabra.

—Saludos a todos —arrancó con un temblor en su voz en la primera palabra, pero luego se corrigió cuando continuó —: Os han solicitado el diálogo al Creador y a sus Eternos, y como buenos partidarios de este nuevo legado, hemos accedido a su petición en esta noche del Eclipse negro.

Respiraciones lentas y tranquilas era lo que pudo percibir al dar las primeras palabras, pero no podía seguir con su trabajo si ellos no decían ninguna. Temió haber dicho algo mal, temió haberse burlado con solo haber hablado, pero se pudo tranquilizar rápidamente cuando, al parecer, el líder de ellos dio un paso al frente como muestra de su respuesta, lo que quedaba era escuchar.

—Hemos cumplido el tiempo determinado, pido que esto sea breve —Enit habló severamente, no se impresionó con la mesa puesta, ni siquiera le dio la atención suficiente para saber que se trataba de una cena.

Vínculos finales. Libro#03. Final.Where stories live. Discover now