La rosa de letales espinas... de oro para no variar ;D

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Los personajes no me pertenecen.

-¡te he dicho que eres un muchacho!- el hombre de aproximados cuarenta y algo años de edad pateaba nuevamente a la pequeña figura de lo que sería su hija menor, la más pequeña de cinco hermanos.-¡tu madre se largó con otro, al menos tengo que ganar en algo aquí!- grito nuevamente, deteniendo de pronto su agresivo comportamiento para respirar un poco.- quédate aquí con tus hermanos, que ya sé que hacer contigo.- dice nuevamente, desapareciendo por el pasillo de la casa.

-¿papa ya termino contigo, mocoso?- pregunto el hermano de en medio, acuclillándose al lado de su siguiente consanguíneo.

-t-te dije que soy n-niña.- se defendió la pequeñita, apartando los ensangrentados mechones de cabello de su rostro. El hermano mayor, aplicando la autoridad de su padre le propino un puñetazo en el rostro, haciendo que por inercia se golpeara contra la pared.

-¿eso crees? Te voy a demostrar lo contrario...-el muchacho se aproximó a continuación a el lugar donde sus hermanos mayores observaban. Sujeto con firmeza unas preciosas tijeras de plata, haciendo que sus cabellos (COLOR DE CABELLO) pasaran de cerca el filo, como si desease cortarlos. Tras la finta que ocurrió, se acercó nuevamente a su hermana menor y con brusquedad tomo con mano los cabellos de ella, cortándolos descuidadamente hasta que en efecto la pequeña y hermosa niña aparento ser un muchacho de corta edad. En ese momento el padre regreso a la habitación, con una sombra encapuchada tras de sí.

-aquí lo tienes.- dice con cínica sonrisa en los labios, para luego sujetar el cuello de la camisa a cuadros que la niña portaba y arrojarla a los pies del invitado.- está en buen estado, y nadie la ha tocado. Has lo que quieras con el.- el hombre recibió un saco de monedas y las lágrimas no cesaban en los ojos de la pequeña que se vio arrastrada afuera de la vivienda, para abordar una carreta y comenzar a irse del lugar que la vio nacer.

-no te preocupes, no te hare daño.- susurro la mujer enmascarada al cabo de un rato, descubriendo su cabello que había permanecido oculto bajo la capucha que portaba.

Al llegar a su destino, el santuario de Athena en Grecia, la hicieron darse un baño y le dieron el paso para ver al más alto de todos los caballeros al servicio de Athena. Al llegar, el patriarca la saludo amablemente y fue totalmente tranquilo y casi paternal con ella, al igual que lo fue la otra mujer enmascarada al lado de este; le dieron un vaso de jugo de frutas mientras charlaban con la amazona que la había llevado ahí, mientras tristemente la pequeña acariciaba sus cortos mechones disparejos de cabello.

-(TU NOMBRE)- Llamaron desde la puerta del despacho patriarcal, dándole la indicación de acercarse. Paso dubitativa y se posiciono frente a la mujer de mascara dorada, que acaricio dulcemente sus cortos cabellos.

-ahora, te nombro a ti Aprendiz de Caballero, en espera de obtener la armadura de Pétalo de Rosa. El hambre no te azotara nunca más, y tendrás la fuerza del universo en tus manos; nunca más estarás sola y solo tendrás que preocuparte por proteger al que será designado como tu caballero dorado. ¿Entiendes?- verdaderamente no entendió nada de eso, pero movida por una fuerza desconocida, aceptó. Dos mujeres enmascaradas más se acercaron a ella, y le entregaron a la imponente mujer un trozo de plata fundida, con un rostro inexpresivo moldeado en ella. La mujer miro lentamente y se acercó a la infante a paso lento, entregándole en las manos esa mascara nueva, hecha de brillante plata sin ningún adorno y como si hubiera sido hecha especialmente para ella... nuevamente la aceptó sin saber una razón de ello.-Hoy has dejado de ser una niña, ahora eres una amazona del santuario de Athena. Entrenaras para ser digna de pertenecer a la secreta orden de diamante y protegerás al caballero que se te asigne, Aprendiz De Amazona.- ordeno irguiéndose poderosa la mujer enmascarada.

La orden de Diamante. Los Caballeros Dorados y tu.Where stories live. Discover now