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Apenas habían pasado tres larguísimos días, superando la lentitud de un caracol recorriendo mil kilómetros, cuando la manada fue puesta a un silencio irrompible y dejando a una madre sin lágrimas algunas, todo parecía muerto y vacío. Nada y nadie se atrevió a mencionar tal evento, mucho menos a dejar salir la interrogante de cómo misteriosamente el hijo mayor de su líder había muerto, o cómo lo especulaban: asesinado. Entre ellos transcurrió una promesa de que no habría mención respectiva, se prefirió dejar a la familia en su luto.

—¿Qué estás haciendo? No te puedes ir a ningún lado, debemos darle la última despedida a Roselle —nerviosa, empezó a reclamarle a su esposo mientras este se movía de aquí para allá en busca de sus pertenencias. Fue el más silencioso pese a la pérdida, cosa que hizo preocupar a su esposa al momento de verle imperativo.

Abruptamente, el hombre detuvo su caminar lanzando sus ojos como flechas hacia ella como si la misma estuviese desquiciada, impresionamente prefirió mostrar el desagrado antes que omitirlo. Fue una señal para Enit que la llevó a entender que Arlette no tenía ni una pizca de paciencia.

—¿No te cansas, eh? Voy a buscar a Qate, no pude reaccionar por él cuando debí, pero no voy a dejar que mi hijo se pierda de nuevo. No voy a dejar que se repita la misma historia.

—Querrás decir evitar que se repita la misma historia que tu padre y la tuya —señaló entre brazos cruzados y a manera defensiva.

Arlette tragó saliva como última alternativa para no terminar de estallar y cometer actos que probablemente se arrepentiría. Bajó la mirada llena de enojo y tristeza y emprendió camino hacia la puerta de su hogar que lo llevaría a dónde quién sabe estaría Qate, a quién hacía poco tiempo había perdido su esencia, todo su olor y aquello que confirmaba que permanecía en ese plano. Sorprendentemente, pareció que el joven hubiera sido eliminado de la existencia, lo cual no se afirmaba, puesto que algo intensificaba su realidad, refiriéndose a que aún existía, el padre simplemente permaneció preocupado desde entonces.

Cuando Enit vio que se disponía a irse libremente sin dar por zanjado el asunto, su cuerpo hirvió de enojo por lo que la hizo alzarle la voz:

—¡Él no dijo la realidad! ¡Se quedó paralizado sin decir nada, él mismo se buscó su expulsión! Yo le di la oportunidad de hablar, le di demasiadas ventajas.
El hombre detuvo su paso casi tomando la manilla la puerta, no se giró ni intentó mirarle la cara, pero sí que había perdido nuevamente la paciencia por completo.

—¿Tú crees que un niño que acababa de ver a su hermano muerto, sería capaz de narrar el hecho al pie de la letra? —la cuestionó tomando la manilla —Ni un hombre sería claro...

—Entonces por su parte nunca sabremos la verdad.

Y con esa respuesta, se fue dando un fuerte portazo que hizo estremecer a la madre.
Independientemente de lo gélido que habían sido todos esos días, con la muerte de su hijo mayor todo le parecía terriblemente frío, incluyendo sus propios sentimientos. No había derramado ni una sola gota de dolor como lo hizo cuando lo trajo al mundo y amargamente lo tuvo que abandonar al mismo tiempo para evitar matarlo, para agregar sal a la herida, fue al único de sus hijos que realmente intentó matar y deseó hacerlo, no sintió tal odio cuando nacieron los siguientes, cosa que le mortificó cada vez que le veía la cara al joven digno de ser su sangre.

Y precisamente, en tres días antes del pronto debate, veía la tumba de Roselle Marcell junto a la de su hermano, Ethan Marcell, su otro hermano, Sawn Marcell, madre, Mila Marcell y sobrina, Selyan Marcell. Cuatro miembros directos de su familia perdidos en esa guerra que se negaba a acabar prontamente. Y con ninguno de esos muertos interactuó cómo debió hacerlo con una familia, ni con su propia madre. Desde niña fue distante con todos ellos, pero al momento de perderlos a cada uno, se dio cuenta de que los amó como nunca lo sintió.

Vínculos finales. Libro#03. Final.Where stories live. Discover now