Iguanas, secretos y nachos.

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—¿Leo tiene, eh, tenía una iguana? —pregunta Piper asombrada.

—Sí. La iguana se había caído de un árbol de algún modo u otro. Eso, al parecer, le había afectado mucho o algo así. Murió a los pocos días. La madre de Leo estaba devastada, pues uno de sus Leo ha muerto y el otro está recuperándose de un accidente de coche —explica Jason.

—Esto es... confuso —habla Calipso—. Pero es un alivio saber que Leo no ha muerto.

—Infórmate mejor la próxima vez —le aconseja Frank con una cálida sonrisa.

—Claro —la chica se da media vuelta y se dirige a sus clases como si esa escena no fuera pasado jamás.

A las afueras de la ciudad...

Zacharias mira a Rogelio, que permanece leyendo en voz alta el artículo de su tablet.

—Oye... ¿estás completamente seguro de que es la persona que estamos buscando? —pregunta el pelinegro.

—Pues claro que sí, Zack. Llevo investigando por meses. Marcelo y Bob me han ayudado, y estamos cien por ciento seguros de que es él.

Zack mira por la ventana de la sala de estar de la casa de Rogelio. Si su amigo tiene razón, al fin han conseguido lo que llevan buscando por muchísimo tiempo, pero aún así parece demasiado fácil para ser real.

—Amigo, ¿qué tal llevas lo del accidente? —pregunta Marcelo que ha estado escuchando en silencio.

—Genial. Ya verás, aún tengo el brazo con un yeso y mi ojo de alguna manera se golpeó, y debo llevar el parche por un tiempo más. Pero del resto genial. Leo ya ha salido también, pero su mascota ha muerto. Iremos a enterrarlo.

—¿Una mascota?

—Una iguana y es de su madre, la verdad. Pero luego de ir a ese entierro podemos salir de la ciudad e ir a buscarlo —Zack vuelve a mirar a sus amigos.

—De acuerdo. ¿Le vas a decir la verdad a Percy? —cuestiona Marcelo.

—Para nada. Es mejor si no sabe lo que hacemos... Creo que no le sentaría muy bien. Sólo le diré que será un viaje familiar, y que no puede venir.

—Más secretos a la lista... —suspira Rogelio.

Zack hace una pequeña mueca y se limita a no contestar. Tiene razón, pero esa es sólo una pequeña mentira de la larga lista que continuará creciendo por mucho tiempo más.

Al siguiente día, en la casa de los Valdez...

Han puesto a la iguana en una caja no más grande que una caja de zapatos, pero es de madera. Han asistido una cantidad sorprendente de personas a pesar de que todos sabían que lo que había muerto fue Leo, la iguana.

Jason, Percy, Nico, Frank y Zack, la famosa pandilla de chicos malos, asistieron como habían prometido, con sus trajes negros y corbatas grises —a petición de la señora Valdez—. Lo hacían más por Leo, el humano que por el otro, pues sabían lo extraño que podía resultar recién salir del hospital con vendas en la cabeza y brazos y que te lleguen diciendo: «Ha muerto la iguana».

Y todo se vuelve aún más incómodo cuando la madre de Leo les pide a sus amigos decir unas palabras para el animal que ni sabían que existía.

—Ah, pues, ¿qué decir? —empieza Jason. Hay como ochenta pares de ojos fijos en él, esperando a que diga algo motivador—. Pues... era verde. Muy verde. Y, ah... era especial por su verdura. Mm, Zack quiere hablar ahora.

El nombrado le lanza una mirada e intenta reprimir la risa para poder hablar.

—Leo, la iguana ha sido... —el pelinegro pone su mejor cara triste, coloca una de sus manos en su pecho y hablando con la voz más melancólica dice—: Estoy tan conmovido que no sé qué decir. Pues, creo que es hora de que hable Percy.

Percy iba a hablar cuando ve que la madre de Leo se acerca, con lágrimas cayendo por sus ojos, y abraza a un muy sorprendido Zack.

—Esas palabras han sido muy hermosas, yo también estoy conmovida —la señora se aparta del chico y vuelve a su lugar. Percy le lanza una mirada que dice: intentaré no decir nada triste si eso implica a la señora llorar sobre mí.

—La pequeña iguana ha sido muy especial es ésta familia. Y para mí es un gran honor estar aquí, honrando su memoria —dice el pelinegro. La señora Valdez lo mira con agradecimiento, y Percy reza para que no se lance también sobre él—. ¿Qué dices Frank? ¿Que quieres hablar? Vamos, hazlo.

Frank lo mira con mala cara pero habla, diciendo lo primero que se le ocurre:

—Fue una gran mascota. Que en paz descanse.

—Nico, di unas palabras —lo anima Jason con una sonrisa.

—Leo, la iguana. Vaya, ¿qué se puede decir? Era muy especial, sin duda. Una de las mejores mascotas que la humanidad pudo haber conocido —dice Nico. Mira a Leo, y éste con una pequeña sonrisa y con las manos en sus bolsillos mira a todos los presentes.

—¿Que mejor manera de honrar su memoria que comiendo nachos? —dice.

Todos comienzan a dar su aprobación y se dirigen dentro de la casa, dónde luego del funeral habría una gran fiesta en honor a su memoria.

Los seis amigos se quedan atrás un segundo, y luego estallan en carcajadas riéndose de sus propios discursos. Pero nadie puede culparlos, nunca han asistido a un funeral, mucho menos al de una iguana.

¡Como te odio, Percy! ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora