CAPITULO 26 ➤ Cosas que suelen pasar.

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Sin embargo, y para sorpresa mía, Ais extendió ambos brazos, sujetando mis hombros con sus manos. Mi rostro, sin embargo, se enterró profundamente en su pecho.

Pude sentir su cabello dorado en mi nariz. Su pecho blando como una almohada en mis mejillas, tanta suavidad había atrapado mi caída.

«Qué suave», pensé, contento porque, a pesar del sufrimiento y la paliza que había recibido, al menos tenía una pequeña recompensa de bonificación.

—Tu equipo recibió mucho daño... pero tú estabas muy mal... —dijo Ais, respondiendo finalmente mi pregunta. Solo después de que dijo eso, noté que mi cabeza también estaba vendada. Ella apartó mi flequillo con sus dedos y acarició lentamente mi cabeza. Mis mejillas se sonrojaron mientras sentía las yemas de sus dedos pasando a través de mi cabello—. ¿Te duele? —inclinó su cabeza hacia un lado mientras preguntaba.

Ese fue el golpe final.

¡Qué tierna!

Oh no, Dylan, calma tus hormonas por un momento.

Pero para mí afortunada desgracia, Ais siguió acariciando mi cabeza, como una madre a un hijo, o algo así. Fue extraño, raro por así decirlo; aunque no lo pensé demasiado y dejé que ella siguiera haciéndolo... Me pareció reconfortante.

Sin embargo, estaba tan concentrado en mis pensamientos y tanta suavidad que no noté el sonido de pasos acercándose a la carpa.

La entrada de la carpa se abrió de repente, revelando a un chico albino con vendas alrededor de su cabeza. Bell entró a la carpa cargando un tazón de agua y algunos trozos de tela, tarareando una melodía hasta que nos notó en esta incómoda situación.

Para Bell, ver a Ais (la chica a la que amaba) abrazar entre sus pechos a su mejor amigo lo dejó en shock y sin palabras; en cuanto a mí, no pude expresar ni explicar nada porque me agarró con la guardia baja; y para la cereza del pastel, Ais seguía sobándome la cabeza mientras observaba nuestra interacción.

Todo se resumió en: Bell y yo, ambos nos quedamos allí, atónicos ante la presencia del otro.

—B-Bell —dije, rompiendo el silencio que envolvió el lugar momentos antes—. No es lo que parece.

Bell no respondió. En cambio, se quedó allí, atónito por el silencio, con los ojos muy abiertos y casi lagrimeando por la sorpresa. La expresión en el rostro de mi mejor amigo, la incredulidad y el dolor en sus ojos, me golpearon como un puñetazo en el estómago. Imaginé las preguntas que debían estar corriendo en la mente de Bell y sentí una punzada de angustia.

—¿Bell? Puedo explicar-

Bell dejó caer el contenido de sus manos al suelo, el tazón golpeó el suelo y salpicó agua por todas partes. De repente, se dio la vuelta y huyó por la entrada, dejándonos a Ais y a mí atrás.

—¡Bell, espera! —grité, pero ya era demasiado tarde, Bell se había ido.

Mi corazón latió con fuerza, extrañamente adolorido.

La voz de Ais, dulce y preocupada, resonaba en mis oídos mientras hablaba... Sin embargo, no supe de lo que ella me estaba diciendo; mi mente estaba en otro lado.

El recuerdo de la mirada de Bell, su rostro casi lloroso y decepcionado se reproducía en mi mente. Una y otra vez. Necesitaba encontrarlo, explicarle lo que realmente había sucedido.

¿Cómo podía explicarle a Bell que todo esto es un malentendido?

«Bell, lo último que quiero es lastimarte», pensé, consciente de que Bell ha llevado un tiempo enamorado de Ais.

¿Está bien tener armas modernas en un mundo de fantasía?Where stories live. Discover now