Capitulo 2

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Tal era el horror que me producían aquellas pesadillas, que solo podía despertar cada día, con mis gritos descendiendo hasta el más allá.

Mientras el sudor frío recorría mis carnes, ponia mi mano sobre el corazón, rezando que no saliera de su sitio.

Antes de que empezará el tormento, no eran aquellos maullidos de pena los que acababan por despertarme.

Sino, al contrario, eran los ronroneos llenos de dulzura de mi pequeña Blancanieves, una bella gata de cola esponjada y blanquecina.

La cual era la dueña del corazón tan doliente, que acarreo en el presente.

Ese día, en vez de sentir su ronroneo sobre mi oído, solo hallé silenció, sin el canto de los pájaros, ni tampoco la prescencia de Blancanieves.

Busque en muchos rincones de mi hogar, bajo la cama, tanto mía como de mi abuela, ya que ese era un escondite habitual, pero aún no se encontraba allí.

Vigilé las ventanas, temiendo de que el viento pudiera abrirlas, y se hubiera escapado por la noche siendo atraida por la belleza de la luna.

Mire a través del fino cristal, con tanto empeño  deseando que lo atravesará de un salto y que cayera en mis brazos, pero eso tampoco sucedió.

Solo me deje caer sobre el suelo, casi rompiendo en llanto, pero sin lágrimas, solo sentía mi alma sollozar.

Clamaba a gritos desde el Interior de mi ser, que si su tiempo se había acabado en este mundo, y era hora de su partida, que al menos tuviera una despedida digna.

Cuando por fin cayeron las lágrimas, estás viajaron desde mi rostro, hasta los tablones de madera que conformaban el suelo.

Y entre aquellos, note un brillo peculiar, uno penetrante, tanto, que sentí como si me estuviera viendo.

Cómo si supiera quién soy, y quisiera decirme algo.

En un abrir y cerrar de ojos, todas las astillas volaban por los aires, las maderas se habían partido y un gran hueco se encontraba por el suelo.

Frente a mi, se hallaba la figura de Blancanieves, que en vez de reflejar calma, solo despertaba temor en mi.

Sus ojos antes amarillos, como pequeño soles, se habían teñido de un rojo carmesí, y en vez de su tan familiar ronroneo, solo producía un quejido angustiante.

Intenté acercarme a ella, esperando una reacción de su parte, pero se había quedando tan tensa, como el momento en el que salió de las maderas.

Acaricié sus cabellos, estos carecían de suavidad, y ahora pinchaban como picos.

—Oh, mi pequeña Blancanieves, ¿Que te ha pasado?

Solo me respondió, con un sonido ahogado, similar al de un crujido.

Fue en ese instante que entendí que mi pequeña y dulce gata, se había esfumado entre el viento y las nubes.

Y tendría que viajar por cielo y tierra para encontrarla.

El gato de la bruja- Historia original Where stories live. Discover now