Ella resopla y hace un mohín con la boca.

— ¿Y antes de eso? —Me pregunta, enarcando las cejas cuando se acuesta de lado y me lanza un pedazo de servilleta arrugado a la cara—. Si no mal recuerdo, nosotras dejamos de hablar en... ¿Abril? ¿Mayo?

Niego con la cabeza.

—Fue en septiembre. —Aclaro, porque quizás lo hace a propósito para demostrar que me tiene tan superada que ni se acuerda de nuestra última conversación, pero yo me acuerdo perfectamente que fue un veintidós de septiembre porque ése día fue la primera vez que intenté llamarla y mis amigas no me dejaron—. Bueno... ¿qué esperas que te cuente?

—No sé, cualquier cosa. —Me pide, y yo niego con la cabeza—. ¿Por qué no?

—Porque no he tenido tantos cambios como tú y además, no quiero hablar de cosas feas.

—Pero no creo que todo haya sido malo —me dice, encogiéndose de hombros—. No tan malo como lo fue para mí, al menos.

Suelto una risa sin gracia y la miro con el ceño fruncido porque está bien, quizás no me echaron de mi casa, no estuve al borde de denunciar a mi ex novio por agresión física en la vía pública, ni tuve que buscar un lugar para vivir porque tampoco querían pagarme una residencia, pero también fueron meses difíciles para mí.

Sobre todo después de que la rabia y todo el resentimiento se disiparon para sentir lo que no me había dejado sentir hasta ese momento. Recuerdo que entre mejor me sentía respecto a la rabia y la traición, peor me sentía extrañándola y necesitando llamarla cuando no tenía nada más en qué pensar durante la noche.

No sé si quiera hablar sobre eso tampoco, son días de los que no estoy orgullosa de mí y en los que cuando pienso apenas logro reconocer la persona en la que me convertí, pero no quiero que piense que fue fácil para mí. Sé que a estas alturas no tiene ningún sentido informarle que aunque nunca se trató de una competencia, ninguna de las dos lo tuvo fácil. Todavía puedo sentir esa angustia cuando pienso vívidamente en cada noche que mi papá tuvo que quedarse despierto para asegurarse de que no me muriera de la pena. Porque es verdad, nadie muere de amor, pero en esos momentos hubiera deseado hacerlo.

— ¿Qué te hace pensar que no fue igual de malo para mí? —Le pregunto, y se da cuenta de mi tono de voz porque chasquea la lengua.

—No me refería a que estuvieras bien, pero lo sobrellevaste mucho mejor que yo. —Me responde.

—Pero no sabías nada de mí, no tienes cómo asegurar eso.

—Exactamente porque no supe nada de ti es que lo sé. O lo presiento. No sabíamos nada de la otra y yo no lo acepté hasta que casi pasó un año, así que te imaginarás lo horrible que fueron esos meses en los que sólo quería llamarte. Lo único que hacía que me arrepintiera era saber que era lo que tú querías y tenía que recordarme que había sido tu idea.

—Que haya sido mi idea no hacía que me sintiera mejor. —Murmuro, sacudiendo la cabeza—. En serio no sabes nada de cómo lo pasé, Camila. No digas que yo estaba bien porque no lo estaba.

—Lauren —suspira—. No dije que estuvieras bien, sé que sufriste mucho.

—Es que no, no lo sabes. —Insisto porque se contradice ella misma; primero me recuerda que no supimos nada de la otra y luego que sabe lo que tuve que pasar. No tiene idea que mientras ella se moría por llamarme yo también estaba muriéndome por dentro por lo mismo—. El único que puede hacerse una idea de cómo fue es mi papá porque él fue quien estuvo ahí conmigo, pero tampoco lo hablé mucho con él. No hablé con nadie, en realidad, así que en teoría soy la única que estuvo ahí cuando... —Me detengo porque Camila hace una mueca extraña—. ¿Qué?

más de ti [camren]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora