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Ha tenido éxito la misión, informa Atsushi. Una misión cualquiera, donde han muerto varias personas. Eran de una organización enemiga. Y él las mató, en realidad. Al menos a la mayor parte. No es como si fuera la primera vez que hace algo como eso. Pero han sido demasiadas hoy, más de las que puede contar. Atsushi se siente un poco extraño. Y un poco cansado, también.

Su mente siempre ha sido buena para borrar ese tipo de recuerdo, sin importar qué tan reciente haya sido. No obstante, parece que esta vez no es el caso. Hay algo mal con él. Hay algo que no está funcionando de la forma en que debería. 

Ahora se encuentra en la oficina del jefe, su reporte de los hechos recién terminado. Hay polvo en su ropa, sangre en sus uñas, y las púas alrededor de su cuello todavía arden contra su piel, aunque  no es algo por lo que deba preocuparse, no en este preciso momento. Dazai está frente a él y lo felicita por hacer un buen trabajo, eso es lo único que importa.

Pero la sensación de que ha hecho algo terrible no se va.

Dazai debe haberlo leído (no en su rostro, pues su expresión es siempre impasible, neutral; algo que ha aprendido de él); no sabe cómo, pero es así: Dazai conoce de las batallas internas que Atsushi sostiene consigo mismo, advierte el segundo exacto en el que los pensamientos en su cabeza y los deseos de su corazón dejan de coincidir y se enfrentan. Atsushi cree que siempre hay una lucha interminable entre lo que dice su cabeza y lo que dicta su corazón, sólo que la mantiene controlada la mayor parte del tiempo. Pero hay veces en donde se desborda, en donde todo lo sobrepasa de alguna manera y ya no puede ocultarlo más. No de Dazai, al menos. Nunca de él. Dazai siempre se da cuenta de todo. 

Entonces lo llama. «Acércate, Atsushi-kun», le dice él. Su voz es fría y autoritaria, sólo un jefe hablándole a su subordinado. Pero Atsushi obedece sin dudar. Camina hacia Dazai con la vista fija en el piso, deteniéndose frente a su escritorio. Hay un pequeño silencio y Atsushi teme mirarlo a los ojos; cree que, si lo hace, podría romperse. La mirada de Dazai siempre es profunda y vacía, como un pozo sin fondo. Incluso cuando Dazai vuelve a abrir la boca para decir «ven aquí», enfatizando la última palabra de una forma que Atsushi tan bien conoce, él no lo mira pero va; rodea el mueble y detiene sus temblorosos pasos ante la silla de Dazai, al mismo tiempo que Dazai, todavía en su sitio, se vuelve hacia él.

Recién entonces Atsushi se percata de que no se encuentra el guardaespaldas de Dazai allí, lo que es un alivio, porque él nunca aceptaría tal cosa. Ya estar en la misma sala a solas con el jefe no está permitido, pero esto...

Dazai deja caer el abrigo negro y sucio de sus hombros al suelo, luego lo atrae hacia él. Atsushi apenas se sienta sobre las piernas de Dazai, como si temiera el contacto; es rígida su postura, ruidosa su mente. Y es violento el latido de su corazón. Atsushi se queda esperando, sin comprender realmente todo lo que está sucediendo aquí y en su interior.

Nada tarda Dazai en elevar una mano vendada directo a su cuello. Con un solo movimiento, él lo libera del collar. Produce un ruido sordo cuando Dazai lo arroja sobre la mesa, y Atsushi se siente un poco más ligero así, pero no mejor, si eso tiene algún sentido. 

Ahora Atsushi puede acomodarse en el regazo de Dazai y descansar su mejilla contra su pecho sin sentir mucha molestia ni dolor, así que lo hace. Se acerca y recarga todo su peso sobre él, buscando el calor y la falsa seguridad que llega a sentir siempre que está cerca de Dazai. Hay lágrimas picando en el borde de sus ojos que nunca caen, aunque su rostro sigue tan imperturbable como siempre. 

En algún momento, Atsushi siente los brazos de Dazai rodeándolo. Se estremece, sólo por un segundo, luego vuelve a su estado anterior donde nada de lo que acontece fuera de su mente le perturba. Trata de concentrarse en la sensación, en la mano de Dazai que sube a la parte posterior de su cabeza, alisando distraídamente su cabello; en la otra mano que se posa en el centro de su espalda y se mueve allí, acariciando despacio, como si estuviera tratando de consolar a un niño que llora, no a un adolescente que acaba de tomar un puñado de vidas porque fue entrenado para eso y así se lo ordenaron.

Sí, lo olvidaba, Dazai a veces hace cosas como esas: ser dulce y cruel al mismo tiempo, darle órdenes de muerte y luego reconfortarlo por sentirse mal así. 

Es extraño.

Atsushi lo necesita, a pesar de todo.

Necesita esto, el contacto, las manos firmes de Dazai sobre él, sentirlo cerca aun cuando sabe que Dazai no está verdaderamente allí, pues su mente siempre se halla a miles de kilómetros de distancia, en algún lugar desconocido e inaccesible para todos, incluso -por supuesto- para él.

Enseguida, Atsushi le oye soltar a Dazai un sonido extraño, mitad risa, mitad suspiro, y se pregunta internamente si él se está burlando de su debilidad. Como una burla amable. 

Pero Atsushi no puede decirlo. A pesar de la cercanía y de los años, no conoce a Dazai tan bien. No como le gustaría, no como siente que debería hacerlo. Dazai es así, nunca deja que nadie se aproxime demasiado. Quizá se deba al puesto que ocupa, o quizá siempre ha sido de esa forma. Todo lo que Atsushi sabe de Dazai es todo lo que Dazai ha permitido que de él se supiera, y nada más. Es abismal la diferencia de información que hay entre ambos, aterradora la manera en la que Dazai puede leerlo y ver a través de él tan fácilmente, como si lo conociera de toda la vida, y Atsushi, en cambio, es consciente de que ya ha llegado al límite: nunca obtendrá más de Dazai que esto; nunca sabrá de dónde viene, cómo ha llegado hasta aquí; nunca entenderá el porqué de sus acciones, de sus silencios; el motivo oculto detrás de sus planes, el vacío infinito de su mirada. 

.

Atsushi se inclina más cerca, presiona su mejilla contra el pecho de Dazai más fuerte. Siente los movimientos lentos de sus manos quemando como hielo en su piel, incluso a través de la ropa y las vendas. Escucha el corazón de Dazai latiendo, nunca tan rápido como el suyo. 

Aun así, es abrumadora la sensación. Es casi relajante también y Atsushi cree que podría quedarse dormido, aunque no lo intenta. Todavía hay gritos de auxilio resonando en sus oídos, destellos de un rojo más oscuro que la sangre grabados en su visión. Atsushi no puede ignorarlos, no por completo. Trata de volcar toda su atención en Dazai nuevamente, o al menos la mayor parte. 

Es más que relajante y abrumador todo esto, sentir la respiración de Dazai contra él, saberlo vivo y a salvo. Atsushi se siente agradecido de estar así también.

Cada vez que se encuentra en una misión, Atsushi teme no regresar. La muerte siempre está siguiendo sus pasos, como una sombra. Es inquietante y terrible, pero el miedo no lo paraliza, sino todo lo contrario: lo impulsa a moverse, lo obliga a reaccionar. Cuando está frente al enemigo, la mente de Atsushi dice «son ellos o tú», entonces sus pies se mueven y el tigre hace el resto del trabajo. Es decir, acaba con todos, se mantiene con vida, sigue las órdenes. Hace todo lo que Dazai le pidió.

Ahora, Atsushi se pregunta si algún día podrá superar su miedo, acostumbrarse a él, o al menos ignorarlo. La idea de morir es terrible, pero la idea de no volver a ver a Dazai lo es aún más. Atsushi no lo entiende, sólo sabe que es así. ¿Por qué?, ¿desde cuándo? No puede decirlo, tampoco. Tantas veces ha querido desprenderse de las dudas, preguntarle a Dazai directamente la razón de eso, de todo...

Pero no lo hace, ¿cómo podría? Teme recibir una contestación desagradable. Además, aunque preguntara, Dazai nunca le daría una respuesta que pudiese entender. Es probable que ni siquiera le de una respuesta en primer lugar. Él es así. Y Atsushi es así, también; se guarda todo, no dice nada. 

.

Hay un silencio pesado en el ambiente, casi tangible. 

Hay algo amargo creciendo en el pecho de Atsushi que no puede poner en palabras. No obstante, es algo que se parece un poco a la tristeza, al miedo, a la soledad y al dolor.

Atsushi, ciertamente, lo sabe.

Nunca obtendrá más de Dazai que esto.

hubiese querido más | dazatsuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora