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—¡Yuta y Eiri Nakamoto! — gritó Rin desde la sala —¡Vengan aquí ahora mismo! — y al parecer muy enojada.
—Creo que ya nos descubrieron pequeñín. ¿Recuerdas nuestro plan? — le susurró a su hijo de apenas 6 años mientras ambos caminaban a su destino final.
—Decirle a mamá que la culpa fue del perro.
—Ese es mi hijo, chocalas — el mayor levantó su mano en puño para que el pequeño terminará por imitarlo y reírse junto a él. —Hola hermosa, ¿Qué pasó?
—Quiero saber quien rompió el jarrón que estaba justo aquí.
—¡Fue Bella!
—¡Fue papá! — al oír al menor, Rin miró enojada a su esposo y Yuta se sintió traicionado por su propio hijo. —Estabamos jugando a la pelota adentro de la casa y él lo hizo con mucha fuerza.
—Dios, parece que tengo dos hijos en vez de uno. No deben jugar adentro, ya se los he dicho varias veces. — Rin estaba a punto de matar a su esposo. —Y tú tienes 10 minutos para ir a la tienda de antigüedades y comprar un jarrón exactamente igual, o me aseguraré de deshacerme de esa pelota y de todas las que compres — dijo dirigiéndose al pelinegro.
—Sí, mi amor — Yuta beso la frente de su esposa e hijo y salió a paso militar, haciendo reír al pequeño y provocando que Rin le tirará un almohadón para que se apresurará, intentando disimular su sonrisa.
