Emociones fugaces

21 1 0
                                    

Dana.

La suave brisa del mar hace que un escalofrío recorra todo mi cuerpo y extrañamente a la vez, me entrega una calma absoluta.

Calma... Cómo me gustaría decir que he podido sentirme así la mayor parte de mi vida. Pero no, la calma no es algo que haya estado muy presente a lo largo de estos dieciocho años.

Miro a mi alrededor. La vista tan maravillosa y tan familiar me causa un poco de nostalgia. Años viniendo hasta aquí. Años en los que éste paraíso oculto del mundo se transformó en mi lugar seguro.

La vista desde aquí arriba, las olas chocando contra las rocas, las nubes en el cielo... Todo es simplemente perfecto y me transmite una tranquilidad increíble.

Suspiro. Sólo hace falta que dé un paso más.

Llevo en este lugar horas. Muchas horas. Pero no he hecho nada. No he parado de pensar en un montón de cosas. Pensar... Mi especialidad. La chica que sobrepiensa todo.

No entiendo por qué es tan difícil. Realmente ya no tengo nada que perder, nada por lo que luchar. Y aún así, sigo aquí parada como una idiota.

Vamos, sólo respira y cierra los ojos. Puedes hacerlo.

¿Estoy temblando? No es posible, no puedo estar temblando. No ahora.

Llevo años sin sentir ninguna emoción intensa... Ni miedo, ni felicidad, ni enfado. Ni siquiera tristeza. Simplemente no hay nada.

Cuando vengo aquí, suelo pensar en que vuelvo a sentir. A veces, en este lugar siento pequeñas emociones, pero duran tan poco que ni siquiera puedo estar segura de si de verdad estoy sintiendo algo.

Vuelvo a cerrar los ojos y me tomo un momento para respirar. De repente pienso en mamá. Pienso en cómo se sentiría ella si supiera lo que pasa por mi cabeza en este momento. Pienso en todo lo que me diría y en el fuerte abrazo que me daría mientras me asegura que siempre podré contar con ella. Pero, no importa ¿verdad? al fin y al cabo, ella ya no está aquí. Ella ya no puede ayudarme a levantarme cada vez que me caigo. Ya no puede aconsejarme cuando estoy al borde del colapso. Ya no puede darme un abrazo cuando realmente lo necesito. Ella, simplemente ya no está, se fue y no queda más remedio que asumirlo.

Aunque lo quiero evitar, no dejo de pensar en que si he podido aguantar todos estos años ha sido gracias a ella, de lo contrario, no habría tenido un apoyo cada vez que estaba mal y me hubiera rendido mucho antes.

Ya, basta de pensar. Ya nada vale la pena.

Hazlo.

- Ehhh ¿hola? -me sobresalto al escuchar una voz a mi espalda.

No logro ver a la persona que habló. Aunque mire a mi alrededor no distingo ninguna silueta.

Decido ignorarlo y volver a lo mío.

Ahora si, un paso.

Respiro y me dispongo a avanzar. Muevo lentamente una pierna y curiosamente siento un poco de ¿miedo?

No me doy cuenta de que sigo de pie cuando ya no debería estarlo, hasta que siento el frío tacto de alguien en mi brazo. Abro los ojos repentinamente y me encuentro con una camiseta negra. Subo la vista y mis ojos se cruzan con una mirada azul tan intensa, que me atrevería a decir que podría congelar el infierno. Pero eso no es todo, la mirada está acompañada de un ceño fruncido y una expresión llena de preocupación. Me atrevo a analizarlo completamente. Cejas extrañamente perfectas, nariz respingada, mandíbula marcada, cabello negro. Es atractivo, no puedo negarlo.

Mmmm a este chico no lo he visto en mi vida.

Pero ¿qué más da? me da totalmente igual. No sé qué hace aquí, pero quiero que se vaya.

Al borde de tu miradaOù les histoires vivent. Découvrez maintenant