Fin del juego

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Ya vimos mucho sobre Quackity y Luzu.... ¿Qué tal, si vemos que paso con Spreen y Missa?

Pues veamos.



























































Después del peor castigo que le dieron a Spreen, lo encerraron en esa habitación.

Missa, él sonreía, todo le había salido como él quería, pero ahora, necesitaba terminar.

A los días de haber hecho que castigarán a Spreen, durmió a sus padres con las malteadas que les había preparado.

Éstos, cayeron en un profundo sueño, al despertar, no pudieron no evitar gritar del dolor, su hijo, su propio hijito menor, les estaba cortando la piel.

La sangre era potente, su olor, les daba náuseas.

Missa sonreía, cortaba y cortaba.

-No es personal mami y papi, solo quiero darle una comida especial a mí hermanito y a un amiguito- *Les dice Missa con una sonrisa tétrica*

Y esas, fueron las últimas palabras que sintieron, ya que, al no aguantar más el dolor, murieron.

Missa cocinó la carne para su hermano, y guardo la que no estaba cocida para el pato.

Espero a que Quackity llegará, después de darle ese papel, el pato lo llamó y aceptó la propuesta.

Llego y le dio la carne, luego de que el pato se fuera, se fue a darle la comida a su hermanito.

Al llegar a la habitación, la abrió y lo vió, lleno de sangre, asustado y con frío.

-¡Hola hermanito, te traje tu comida!-

Luego de decirle eso, le dejo la bandeja.

-No tengo hambre... Missa-

Missa se enojo, y agarró las orejas de Spreen, éste se quejaba del dolor.

-Te vas a comer toda esta carne... Al menos, que quieras que te pase lo mismo a ti..-

Spreen abrió sus ojos como platos, no, definitivamente no quería.

Comió prácticamente obligado, la carne tenía un sabor metálico, como a sangre, horrible para su paladar.

Missa sonrió, le saco la bandeja y salió de la habitación.

Al volver, le agarro de las orejas y lo llevo al sótano, iba a terminar como se debía.

-Te vas a quedar acá osito, vos me perteneces a mí... Así que, te volverás carne para Luzu-

Spreen abrió los ojos como platos, ahí entendió que se había equivocado.

Missa sonrió, entendiendo que, Spreen, ya había entendido todo.

Con una sonrisa triunfal, salió de allí.

Y Spreen.

Él solo pudo abrazar sus piernas y llorar, no podía hacer nada.

Estaba acorralado.

¿Lo peor?

Es que no había escapatoria para ser, LA PRÓXIMA COMIDA DE LUZU.

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