Capítulo 8

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Quackity estaba acostado en una camilla, mientras los enfermeros lo trasladaban a la sala donde deberían ver sus heridas.

Luzu estaba preocupado, se echaba la culpa de lo que había pasado.

Él y el director nunca se separaron de la puerta, siempre estuvieron allí.

Los de su escuela se quedaron preocupados, si, los muy hipócritas se preocupaban ahora.

El oso argentino, junto a Rubius e Roier, estaban preocupados por ellos mismos, por el que dirían los demás.

Un mexicano, de pelo negro se acercó a ellos, los veía con odio.

-¿¡Qué chingados les dije!?, ¡les dije que no le tocaran ni un solo pelo!-

-A ver, pibe. Nosotros hicimos lo que vos nos pediste que hiciéramos, ¿querías darle una lección a ese pato por reírse de los cuerpos?, listo, la obtuviste, ahora, paganos-

Missa tragó saliva, no tenía el dinero suficiente para pagarles a esos locos.

-N-no tengo el dinero ahora, pero juro que les pagaré...- *Dice el chico calavera, asustado de que podrían hacerle esos chicos*

Spreen lo miro de arriba para abajo, suspiro y salió con sus amigos. No quería más problemas de los que probablemente el pato les de.

Missa solo se quedó quieto, para luego llorar. ¿Qué mierda había hecho?, vendió a su mejor amigo por los comentarios que éste hizo.

Quackity nunca le hizo nada malo, es más, puede que el chico calavera haya encontrado cierto gusto hacía el pato, pero nunca lo dijo por temor.

Cierta persona, escuchó toda la conversación, era perfecto, haria pagar a Spreen, Rubius, Roier y a Missa con la misma moneda.

De la misma (o peor) forma, de la que lo hicieron con Quackity.

Y eso, iba a quedar en la memoria de todos.

Uno por uno.

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