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Al día siguiente al llegar al colegio vio a Misa; pero no lucía con esa cara de "soy la reina y todos están por debajo de mi" . No, esta vez estaba apagada y L fue el único que noto eso. Y no era extraño que estuviera así... al fijarse en su brazos notó moretones, aparte de que ese día traía más maquillaje de lo habitual.
—Misa-san ¿Qué te pasó? —Su hermano dijo preocupado al ver los moretones de su querida Misa.
—Me caí, no es nada.
Su hermano no pregunto nada más, Light había aprendido a no hacer enojar a la Amane con sus preguntas.
L ya sabía la razón de los moretones de su ex mejor amiga. Su madre. Cuando aún eran amigos, Misa le solía contar como su malvada madre le hacía cosas horrendas cuando cometía un error por mas mínimo que fuera o cuando su madre estaba de malas.
Lo había visto una vez con sus propios ojos, como la señora Amane le dio una cachetada a su ex mejor amiga. Esa vez, la señora no lo había visto y enseguida lo vio se asustó de inmediato y trato de convencerlo y hacerlo creer que eres otra cosa lo que había visto.
Pero el recordaba a la perfección lo que esa mujer le había hecho a su mejor amiga.
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Un pequeño niño pelo negro, con los ojos ónix, la piel pálida y con una increíble delgadez. Casi un fantasma, solían decir. Estaba jugando junto a otra chica, una chica un tanto gordita, con los ojos azules y el cabello rubio claro.
Aunque muchos dijeran que ella era horrenda, el pequeño niño no entendía eso... a sus ojos ella era la más hermosa.
—Sigues perdiendo —se rió al ganarle de nuevo a su amiga.
—¡Haces trampa! ¡Eso no es justo! —le gritó Misa para luego lanzarse sobre el para hacerle cosquillas.
Ese momento fue uno de los tantos que jamás olvidaría, cuando reían divertidos sin preocupaciones, sin saber lo que les esperaría.
Rieron, jugaron y se divirtieron durante toda la tarde y una buena parte de la noche... hasta que escucharon la puerta de la casa.
—Quédate aquí L... puede que haya olvidado decirle an mis papás, ¡pero no hay problema!, papá siempre es permisivo, déjame convencerlo.
