Aquel ser que era conocido como él mismísimo rey de las maldiciones Ryomen Sukuna, aquel ser que solo podía encontrar diversión en las matanzas y destrucción.
pero incluso una maldición de clase especial como él tuvo que tener un pasado; un pasado...
Muchos después, en los tiempos de un Japón actual. . . . . .
Oh, así que finalmente has decidido despertar— dijo Sukuna con una sonrisa burlona al verla una vez más despierta y con aquella hermosa expresión en su rostro.
¿Sukuna?— dijo Sanae con una dulce sonrisa, pero inmediatamente esa sonrisa cambio a un ceño fruncido y aún en los brazos de Sukuna, Sanae levantó una de sus piernas dandole una pata en toda su cara, separándose bruscamente de él y mandandolo a varios metros de distancia, haciéndolo impactar con los restos del templo.
Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.
Todo esto bajo la mirada de los tres hechiceros del Jujutsu, quienes no entendía nada de lo que acababa de pasar.
¡¿QUE MIERDA ACABA DE PASAR?!— pregunto Nobara sumamente confundida por eso. tanto ella como su compañero y profesor están sin palabras por este repentino giró en los acontecimientos.
Pero antes de que alguno de ellos pudiera decir algo más, de entre los escombros salió Sukuna, arrancándose lo que le quedaba de camisa debido al impacto.
Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.
¡Ah, maldición! ¡QUE DEMONIOS TE PASA MUJER, ASI ES COMO SALUDAS A TÚ ESPOSO DESPUÉS DE TANTOS AÑOS!— grito Sukuna, saliendo de entre los escombros.
¡¡¡QUEEEEEEEEEEEE!!!!— gritaron los del Jujutsu al escuchar aquello.
ESPERA, Significa que todo esté tiempo ¿¡SUKUNA ESTUVO CASADO!?— exclamó Gojo llevando una mano a su barbilla de forma pensativa.
Pero antes de que alguno de ellos pudiera decir algo más.
¡CÁLLATE!— grito también Sanae en respuesta, esto sorprendió hasta al mismo Sukuna pues desde que la conocía nunca la había escuchado levantar la voz, mucho menos gritar— ¿Acaso creíste que solo por qué han pasado unos cuantos cientos de años lo he olvidado todo?...¿Que solo por qué me sacaste de ese letargo te iba a perdonar y hacer como si nada hubiera pasado?
