3# El Templo Maldito

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Hace muchos pero muchos años atrás, en un Japón antiguo...

En los tiempos pasados se podía observar grandes paisajes aún sin ser contaminados por las construcciones urbanas y suelos pavimentados, en aquellos días la vida era sencilla, llena de personas sencillas que disfrutaban de aquellos días, todo sin darle importancia a la verdad que merodeaba a escondidas entre los habitantes.

Ya que en aquella época distante era la verdadera edad de oro de las maldiciones quienes vagaban con suma libertad por todo el lugar, aterrorizando y devorando a los aldeanos, causando matanza tras matanza y desapariciones de la gente de las aldeas.

Aquellos seres nacidos del rencor y odió de los humanos, cada uno con un grado diferente de letalidad mientras que sus horrendas y deformes formas andrógenas  y bisarras; algunos con apariencias desde semi humanoides hasta bestias totalmente demacradas y concentraciones de masas homogéneas de carne y ojos, una representación perfecta de cada uno de los tormentos,  desesperaciones y odio encarnado de los humanos.

Sin duda alguna eran las propias pesadillas hechas realidad, una vista que podría hacer estremecer hasta al hombre más valiente, pero,  al parecer no todos los humanos parecían poseer el miedo a estás entidades...

Hey, Sanae— llamo un joven chico de cabellos rosado algo opacos, este caminaba al lado de una hermosa mujer joven de cabellos plateados y ojos azules.

¿Si?— respondió la mujer voltando a ver al joven.

Desde hace unos cuantos días que aquella entidad maldita había conocido al joven, y contra todo pronóstico que alguna persona hubiera podido imaginar la entidad de blanco no solo había evitado lastimar al chico, si no que también parecía haber aceptado su presencia ya que no parecía importarle que él niño caminase a su lado o hiciera cualquier tipo de preguntas, las cuales la mujer respondía sin problemas o dudas sobre interactuar con un humano.

Me he estado preguntando, pero, ¿Por qué ocultas tus orejas y cola?— pregunto él chico sin disimular en lo más mínimo como observaba la cabeza de la mujer donde habían desaparecido sus orejas de zorro.

Nos dirigimos aún pueblo cercano, así que es mejor evitar llamar la atención innecesaria de los humanos— respondió la mujer con vos calmada.

Si, pero, aún falta para llegar, y no creo que alguno de esos insectos pueda hacer algo contra tí—  declaró él chico levantando su brazo derecho en señal de ánimo.

Sukuna, aún me sorprende un poco tú falta de apego hacia tu propia especie— dijo ella deteniendo su paso para ver cómo este ahora la miraba confundido.

¿Y por qué debería importarme lo que les pase a ellos?— declaró él chico, aún no se acostumbra del todo al nombre que Sanae le había dado pero tampoco le disgustaba— después de todo, ahora estoy contigo— desviando un poco la mirada mientras rascaba su cabeza— estoy contigo, y ya no tengo nada que ver con ellos, tampoco me importa lo que les pase...

He visto a muchos humanos a lo largo del tiempo pero tú eres realmente él más interesante que he conocido— pensaba, observando al chico con una pequeña sonrisa que está vez no ocultaba tras su abanico— eres él primer humano en decir que no siente miedo por interactuar con un espectro como yo.

Ya te lo he dicho, e visto a muchas otras maldiciones que solían deambular por el pueblo, no eres la primera que he visto o el más aterrador— decía recordando aquellos días dónde solía tener que esconderse durante las noches, ya que para aquellos que no poseían un hogar en el cual refugiarse tenían que escapar de aquellas criaturas que aprovechaban la multitud creciente de desamparados como un banquete de personas.

El Amor Perdido De Sukuna Où les histoires vivent. Découvrez maintenant