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Petunia no lograba recordar algún momento de su vida donde Lily no estuviera presente. Cuando ella nació, su madre quedó embarazada de su hermana poco después y en ese mismo año de 1960 sus padres ya tenían dos hijas.

La hermosa Lily, la inteligente Lily, la generosa Lily, la dulce Lily. La niña más amable y cariñosa que ha visto este mundo.

Por otro lado estaba la fea Petunia, la tonta Petunia, la egoísta Petunia, la agria  Petunia. Petunia no podía evitar mirar a su hermana con desprecio. Pero... la amaba, realmente la amaba. ¿Quién sería capaz de odiar a su linda hermana menor? Nadie. Ni siquiera ella.

Lily, con su cabello flameante y sus ojos esmeralda, sus lindas sonrisas podían aclarar hasta el día más gris, todos lo sabían. Lily era el sol, y los demás solo orbitaban a su alrededor.

Pero había algo extraño, Lily hacía cosas extrañas. Nadie entendía porque las flores parecían bailar con su risa, o porque al viento le gustaba agitar su cabello, o porque cuando se emocionaba parecía flotar.

Estos ambiguos acontecimientos, parecían poner a Lily en un peligro casi constante, y claro que sus padres se preocupaban por su adorada hija, su madre, Margarita Evans, se la pasaba todo el día pendiente de Lily, incluso empezó a dormir en su cuarto, sosteniendo su pequeña mano, Margarita se ahogaba en preocupación.

Su padre, Elías Evans, siendo el principal proveedor del hogar, solo podía compartir con su familia desde un poco antes de la cena, pero los fines de semana, le decía a su esposa que descansara, que él se haría cargo de Lily.

Petunia, a sus siete años de edad, no podía evitar sentirse sola. Su madre no trenzaba su cabello, no le leía cuentos antes de dormir, y mucho menos la consolaba después de una terrible pesadilla. Pero a Lily sí, Margarita vivía practicamente adherida a su hija menor.

Petunia comprendía, su hermana necesitaba ser vigilada las 24 horas, además, ¿Quién querría trenzar su cabello rubio oscuro que por su tono parecía sucio? a Petunia realmente no le gustaba su cabello, era liso y sin gracia, nada comparado con ese cabello rojizo que parecía una llama centellante, que poseía hermosas ondas en las puntas. ¿Para que leerle cuentos? eso era para niños pequeños, como Lily. ¿Para que consolarla? Petunia era fuerte, ella podía superarlo sola.

—Tuney, ayudame— Ahí estaba esa melodiosa voz y esos lindos ojos mirandola con inocencia.

—¿Te escapaste de mamá? Cuando se entere se va a enojar ¿Y por qué necesitas ayuda Lily?

Los ojos de la niña se humedecieron —Es que... Yo también quiero salir a jugar, comu tú lo haces. Pero mamá no me deja, ¿No podrías... tratar de convencerla?

Petunia lo pensó por un momento, a ella tampoco le gustaría estar encerrada en casa todo el tiempo, afuera se sentía libre —Está bien, lo intentaré, pero deberías volver antes de que mamá se de cuenta de que no estás.

Los ojos verdes se iluminaron —¡Gracias, Tuney!— y se fue corriendo cuando el grito de su madre llamando su nombre resonó.

Petunia entró a su cuarto y se sentó en la silla frente al escritorio, debía hacer su tarea. La rubia iba a la escuela pública cerca de casa, al contrario de su hermana, a quien educaban en casa, pero eso no parecía un problema, después de todo la pelirroja era una devoralibros, y en cuanto al aprendizaje era muy autodidacta.

Cuando Petunia terminó, su madre la llamó para que fuera a cenar, su padre había llegado de trabajar y la familia se encontraba en el comedor. Después de la cena Lily quedó al cuidado de Elías, y Margarita se sentó en el sofá a descansar del largo día.

—Petunia, ¿Podrías ayudarme a lavar los platos?

—Sí,  mamá— Mientras Petunia abría el grifo del lavaplatos decidió cumplir la petición de su hermana —Mamá, mañana me reuniré con unos amigos del colegio en el parque de la esquina.

—Qué bueno hija, pero ¿Podríamos hablar de eso más tarde? Estoy muy cansada.

Siempre era así, por eso Petunia ya no hablaba sobre lo que pasaba en su vida, nunca estaban dispuestos a escuchar sus alegrías o sus penurias. Y era por eso que nunca, pero nunca, se animaría a contarles sobre "eso", seguiría siendo su pequeño secreto.

—Es sobre Lily.

Cuando Margarita escuchó eso, de inmediato se sento derecha —¿Tu hermana? ¿Algo le pasa a Lily?

Su madre siempre estaba dispuesta a escuchar cuando se trataba de Lily —Me preguntaba si... podía llevar a Lily conmigo al parque, les he hablado a mis amigos sobre ella y realmente quieren conocerla— Petunia observó la negativa en el rostro de su madre y añadió —Yo la cuidaré bien, lo prometo.

Margarita suspiró —Petunia, sabes muy bien que es peligroso que tu hermana salga sin supervisión.

—Y... ¿No podrías acompañarnos?

Su madre negó —La limpieza no se hará sola, y tengo que hacer el almuerzo.

—Pero-

—Sin peros Petunia, no pondrás en peligro a tu hermana, Lily no va a ir y punto final— Margarita se volvió a relajar en el sofá y dió por terminada la conversación. Petunia se mordió el labio reteniendo lo que quería decir y siguió lavando los platos.

Al llegar la hora de dormir, Petunia se sentó enfrente del espejo de su tocador y miró su rostro. Un niño del colegio, el estúpido de Mark, le dijo que por su cara parecía un caballo, y la rubia no era capaz de negarlo. Observó sus rasgos poco delicados, sus ojos marrones y su cuello largo, no le gustaba su rostro. Se cubrió la cara con ambas manos y se apartó del espejo con lagrimas amenazando salir de sus ojos.

En ese momento, alguien tocó su puerta y una vocecita la llamó —Tuney, ¿Puedo abrir?

Petunia se limpió los ojos y puso una sonrisa para su hermana menor —Puedes entrar Lily.

La pelirroja entró y se sentó en el bordo de la cama —¿Si lograte convencer a mamá?— Los ojos llenos de anticipación.

Petunia no sabía como decirlo para no arruinar la ilusión plasmada en esa carita —Bueno... mamá dijo que no.

La cara de Lily se distorsionó y las lágrimas llenaron sus ojos casi de inmediato —Pero yo... realmente quiero salir a jugar— Lily empezó a sollozar y Petunia no sabía que hacer, si la escuchaban probablemente se ganaría un regaño.

—Shh, no llores Lily, por favor— pero la tristeza de la niña parecía demasiada como para dejar de llorar. Petunia la observó sin saber que hacer —Eh... aunque podríamos hacer algo...

El rostro empapado de Lily se iluminó otra vez esperando las palabras de su hermana.

—Si quieres, mañana, cuando mamá esté distraída con el almuerzo, salimos las dos juntas a escondidas y nos divertimos un rato- 

La sonrisa de Lily era tan deslumbrante en ese momento. Sí, Petunia no podía odiarla.

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⏰ Last updated: Jan 19 ⏰

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No quiero ser una muggleWhere stories live. Discover now