Puesta de sol

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—Y esa es la historia básicamente— explicó levantando una mano desinteresadamente, mientras con la otra sostenía su helado en paleta de durazno, era su favorito, aunque se estaba derritiendo gracias al calor de la estación, estaban viendo de frent...

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—Y esa es la historia básicamente— explicó levantando una mano desinteresadamente, mientras con la otra sostenía su helado en paleta de durazno, era su favorito, aunque se estaba derritiendo gracias al calor de la estación, estaban viendo de frente el atardecer sobre el balcón de piedra y hierro de la antigua casa de la albina, de pequeñas solían ir a jugar a ese lugar ya que se encontraba abandonado pero los espléndidos jardines seguían siendo ridículamente enormes, cosa que aprovechaban para corretear y explorar desde que tenía memoria para recordar.

—Casi me terminan desheredando— afirmó con la boca llena de helado, un gesto para nada permitido para ella y su rango.

—Una lástima que no lo hayan hecho— bromeó su amiga mordiendo un pedazo de su helado manteniendo la vista fija en el horizonte a lo que se gano un codazo por parte de la albina.

—Psicopata— expresó la princesa al ver como su estimada amiga mordía el helado en vez de comerlo normalmente.

Había quedado en verse en su antigua casa ahora abandonada, casi derrumbada por el fuego y las cenizas pero su estructura aún quedaba de pie, no sabía como, ya que el daño debería hacerla caer en pedazos pero aún así seguía sosteniéndose, testaruda y tosca como ella y su familia lo fue alguna vez; tal vez la casa había heredado eso de ellos, tal vez por eso le seguía guardando aprecio y la seguía visitando a pesar de estar al borde del colapso, tal vez aún se sentía como su hogar, como el hogar de verdad que alguna vez fue.

Ambas tenían un código secreto que inventaron durante su niñez; consistía en dejar la flor favorita de la otra en la correspondencia de la otra, eso significaba que debían reunirse lo antes posible en su punto de encuentro así nadie sabría su significado oculto ante tan inocente gestó.

—Mi padre casi sufre de otro ataque al corazón y mi hermano me culpo de su estado— siguió relatándole lo acontecido hace algunas horas en el palacio.

—¿Y no entiendes porque?— le preguntó indignada mirándola con reproche, no comprendía como podía hablar tan tranquilamente del asunto sin siquiera alterarse un poco, en ocasiones creía que su amiga no poseía emociones ni sentimientos al no alterarse por nada, bueno la única forma de que se alterara era si le tocaban su comida, o cosas personales sin permiso; fuera de eso siempre estaba tranquila con un semblante inexpresivo.

—Por supuesto que lo entiendo, pero que ¿puedo hacer?, Alic ya esta muerto, no puedo revivir personas— suspiró cerrando los ojos recordando a su impulsivo hermano mayor, Alic fue el segundo hijo de su padre, era gentil con ella pero su testarudez e inmadurez dejaban mucho que desear, no mentiría diciendo que era una buena persona y mucho menos una ejemplar porque era todo lo contrario a ese adjetivo calificativo; pero eso no lo exoneraba de ser su hermano mayor y que lo apreciaba bastante, de hecho fue el primero en reconocer su fuerza y mostrarle algo de calidez humana en ese horrible lugar llamado palacio.

Alas de fuegoWhere stories live. Discover now