01. El poeta.

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DongYoung.

El adolescente salió corriendo de su hogar con una pequeña sonrisa traviesa. Se suponía que debía de estar al lado de su madre hasta que su padre regresara de combatir en la guerra, pero sus ganas de ir a explorar eran más altas que las de permanecer dentro del palacio. Los guardias eran unos inútiles, nunca podían atraparlo, mucho menos encontrar los huecos por donde se escapaba al exterior.

La única persona que conocía de estos lugares era Gongmyung, su hermano mayor. Sin embargo, ahora mismo este se encontraba peleando en aquella guerra contra el reino que decidió traicionar a su majestad, firmando tratados con los enemigos a espaldas de todo mundo.

Vivía en un palacio, pero no se sentía parte de. Se suponía que sus primos mayores eran los herederos al trono, el solo era hijo de la hermana menor del rey, no comprendía porque la necesidad de protegerlo tanto hasta el punto de prohibirle salir al exterior hasta que cumpliera la edad necesaria para comenzar con un entrenamiento con los soldados.

No estaba a su elección, era su deber. Si le preguntaban por su opinión, el solo diría que haría lo que el rey considerase apropiado, para no meterse en problemas, aunque su corazón dictase un discurso en desacuerdo con los ideales de su propio reino.

¿Qué sentido tenían las guerras por un simple desacuerdo? podían hablarlo y tratar de solucionar sus asuntos, no había necesidad de enviar a inocentes al más allá. El no quería pelear y morir en guerras, como su hermano o sus primos, solo deseaba vivir en paz y poder respirar sin que los sirvientes se acercaran a preguntar por su estado de salud.

Su sonrisa se volvió más grande cuando llegó al bosque. Casi de inmediato se quitó los zapatos y permitió que sus pies hicieran conexión con la tierra húmeda, cerrando sus ojos para solo pensar en la sensación de tranquilidad que esto le brindaba.

La oscuridad a su alrededor no le asustaba, tampoco el frío que parecía emanar a su alrededor cuando se adentraba dentro del bosque. Su madre siempre le decía que era un chico bastante valiente, ya que ni su hermano mayor se atrevía a cruzar habitaciones en completa oscuridad como el lo hacía, por otro lado, su padre se dedicaba a repetir que eso no era nada, que solo le haría sentir orgulloso el día en que pelease en una guerra y llegara al palacio con la cabeza de sus enemigos.

DongYoung...

El chico abrió sus ojos al escuchar que susurraban su nombre. Sus ojos se dirigieron a las ramas de los árboles, las cuales bailaban al ritmo del aire, dando la sensación de que estas mismas eran las que hablaban.

DongYoung...

La tierra bajo sus pies tembló y las rocas se elevaron apenas unos centímetros del suelo.

—Aquí estoy —habló en voz alta, retrocediendo cuando la ventisca aumentó.

DongYoung...

Una moneda de oro cayó frente a sus pies, brillando contra la luz de la luna. A simple vista era demasiado hermosa, parecía haber sido tallada especialmente para alguien, ya que no tenía el diseño de las monedas que el rey manejaba en esos tiempos. En realidad, podía decir que eso que estaba escrito en medio de todo era un símbolo antiguo.

Tu sabes quién soy...

Su mirada cayó de nuevo a la moneda, hasta que llegó a su mente la información que tanto estaba buscando. Recordaba haber leído sobre los símbolos antiguos en una de sus clases, si no se equivocaba, tenía un libro de ellos en su pequeño librero.

—Hades —susurró con sorpresa, mirando al suelo.

Príncipe DongYoung... el poeta.

—No ha llegado mi hora de partir, ¿cierto? —el príncipe alzó sus cejas, confundido.

Los Elegidos Where stories live. Discover now