5: algo más dulce que un Brownie.

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De vuelta al edificio, con un par de horas de actividades pendientes que los chicos deben cumplir, comparto la sala con Connor y Billie, que están libres mientras los demás están en clases. Hace un rato, cuando recién volvíamos con Eric, mi primo Iván se sorprendió al vernos juntos y tan bien vestidos, pero para él cualquier cosa es estar bien vestido pues sobrevive con un jean holgado y una camiseta negra.

A pesar de que trabajamos los mismos días, nos cruzamos poco, y cuando lo hacemos no tenemos mucho tiempo para hablar de todos modos. De todos modos, es agradable tenerlo cerca.

Ver a Connor y a Billie jugando billar es algo divertido. El chico bajito y musculoso tiene un nivel de energía que, aunque no se equipara al de Tofy, le intenta hacer batalla, y Billie es calmado como una laguna. Aun así, parece que se entienden y divierten. Mañana podré conocer mejor al callado Billie, lo que me alegra porque hemos tenido muy pocas instancias para charlar. El chico no habla en general, no demasiado; dice lo que compete decir, y el resto del tiempo contempla. Tiene una sonrisa dulce, siempre mostrando los dientes, y eso junto a sus lentes y su cabello café y algo esponjoso hace que luzca bastante lindo.

El sonido de la puerta siendo abierta con fuerza nos da un sobresalto a los tres.

—¡Lexi! —el grito de Tofy acaba con el ambiente armonioso que hubo antes. Ya deben haber terminado sus clases de bajo—. ¡Eric dijo que vendrás a hacer brownies hoy!

¿Que dijo qué?

—No recuerdo haber dicho eso —él no me escucha, pues aún mientras hablo se me tira encima en el sillón, sentándose sobre mí y abrazándome.

—Lo hiciste, cuando estábamos en nuestro almuerzo romántico —la voz de Eric, que entra sudado por la puerta que dejó abierta Tofy, busca guiarme en esa mentira de la que no recuerdo haber acordado ser parte.

No, no, ya recordé.

—Nunca dijimos que iría a hacer brownies —suspiro cuando la conversación se reproduce en mi cabeza.

''Ven esta noche'' sí, dijo eso. Y yo aseguré algo parecido, aunque en mi cabeza sería solo el camino de regreso a su casa de siempre. En ningún momento dije que entraría o haría algo.

—Pero lo harás —se acerca, sentándose a mi lado. Tofy que me tiene como oso de peluche. El peso del chico encima de mí no me molesta, es bastante flacucho, aunque si alguien ajeno a este grupo llega a entrar será una escena complicada de explicar—. Cuando nos conocimos dijiste que eras buena con los dulces, queremos probar algo.

Miro a Eric, quien me sonríe con malicia porque él no quiere brownies, él quiere drama, o chisme, que saben mejor que cualquier otro postre.

Y, para qué mentir, yo también quiero saber qué puede pasar.

—Está bien, pero no me quedaré más allá de las diez. Mañana hay trabajo y ustedes deben descansar —acepto.

—¡Sí, brownies! —feliz, Tofy comienza a dar saltitos sobre mí.

—Basta, Christopher —le regaño, tratando de darle manotazos, más me toma las muñecas evitando que lo mueva.

—Cada vez que salgo del estudio veo una nueva rareza en este sótano, Dios... —se nos une Lucas, quien tiene una bebida energética en la mano y observa la escena desde el pasillo diagonal a nosotros con un rostro de confusión, o tal vez decepción.

Logro sacarme a Tofy de encima, quien decide unirse a Connor y a Billie en el billar, solo para ganarme a Eric con su brazo sobre mis hombros y su cuerpo pegado de lado al mío.

Claro, apareció Lucas, así que está comenzando con su show.

—Oye, Lexi, ¿puede ser mi turno ahora? —susurra en mi odio, un susurro que fácilmente escuchamos todos los presentes y que logra causarme un escalofrío—. Tofy parecía divertirse.

Esas canciones que nunca te mostréDonde viven las historias. Descúbrelo ahora