𝓲. 𝐬𝐨𝐥𝐝𝐞𝐝

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VENDIDA

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VENDIDA

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—¡No, padre! ¡No puedes hacerle esto a tu propia hija!— gritó con todas su fuerzas la joven de cabellos negros. Pero solo consiguió enfadar más a su progenitor, por lo que al instante recibió una cachetada en su mejilla izquierda.

—Tú dejaste de ser mi hija desde aquél día.— escupió con asquerosidad.

La muchacha solo pudo tragarse sus lágrimas saladas, nada ni nadie podía cambiar de parecer al hombre. Así que se levantó como pudo, y salió de la habitación sin decir ni una palabra más. Una vez ya fuera, dejó salir todas las lágrimas acumuladas desde hace rato.

¿Porqué su padre la había vendido como esposa?

Era el periodo Edo, era entendible que las familias casaran a sus hijas e hijos con los de otros. Pero quién querría casarse con ella, el resto de las familias con las que tenían relación los Koyama eran hechiceros poderosos con técnicas malditas muy fuertes. Y ella no era nada, ni siquiera podía ver espíritus malditos. No servía para nada, por lo que tenía una leve sospecha de la razón por la que el jefe del clan Koyama la había vendido a cualquiera. Con tan solo de deshacerse de ella y de paso ganar algo de dinero.

A paso rápido pero sin perder la compostura, corrió hasta la puerta de la entrada y salió corriendo. Sin hacer caso a los llamados de los guardias que protegían la casa. Queriendo ir lejos de allí, no quería ver a nadie. Solo quería estar en un lugar tranquilo sin nadie que tenga que decirle que hacer y no hacer, ni alguien que le pegue por no hacer una cosa bien. Ella sola. Sin nadie que la molestara.

Dejó de sus pensamientos a un lado y se centró en el lugar donde había llegado. Había corrido tanto que no sabía donde estaba.

Pero era un lugar muy bonito. Era un campo de flores de todos los colores precioso. Un sitio que le hubiera gustado tener cerca de su casa, para poder escapar ahí cuando lo necesitaba.

Se secó las lágrimas con la manga de su kimono y se sentó en el pasto, un poco más lejos de las flores para no destrozarlas. Por un momento, una leve sonrisa se asomó en su bella cara.

Pero se borró al sentir una extraña sensación de observación. Cómo si alguien la mirara desde algún punto ciego. Y se sentía como si su presencia emanara autoridad y respeto.

Miró a todos los lados alerta, esperando a que el o la extraña saliera para poder defenderse. ¿Pero cómo?

Es verdad, no tenía técnica maldita ni nada parecido, pero si sabía pelear. Algo era algo.

—¡¿Quién es?! ¡Sal ahora mismo de donde estés, cobarde!— gritó con furor.

Al llegar hasta unos arboles no muy lejanos dejó de gritar y abrió sus ojos de la sorpresa. Vio como un par de ojos rojizos la observaban con supuestamente el semblante serio, luego los entrecerró y al final observó como aquellos ojos rasgados se alejaban lentamente hasta desaparecer.

𝓢𝒌𝒚𝒇𝒂𝒍𝒍, 𝗿𝘆𝗼̄𝗺𝗲𝗻 𝘀𝘂𝗸𝘂𝗻𝗮Donde viven las historias. Descúbrelo ahora