2. Poco tiempo

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Mi momento de paz.

—¡Hey!, ¡Alessia! —me sacude una de mis compañeras—. La madame Ricci nos solicita en su oficina para darnos un anuncio.

Laila me informa para que vaya con ella, este mes también cumple los dieciocho.

—Ya voy —camino a su lado ya que vamos a la misma dirección.

—¿Estabas pintando?

—Si, bueno eso intento —me avergüenza un poco que vean lo que hago.

—Pintas muy lindo, me gusta lo que haces —sonríe para ver qué no miente—. Siempre me preguntó de dónde sacas tanta imaginación, como sabes cada detalle, es como si lo estuvieras viviendo.

—Solo lo hago, cada detalle y no pierdo el tiempo en plasmarlo —me encojo de hombros.

—Creo que naciste con el talento de un artista.

—Gracias —susurro en agradecimiento.

¿Un artista?, he visto algunas pinturas en los libros y a comparación de las mías aquellas son mejores.

Sueño con pintura, con pinceles, con cuadros en blanco para trazar líneas a mi placer y cuando por fin estoy por lograrlo despierto.
A la vez tan cerca y a la vez tan lejos, solo es un sueño, jamás podré ser mejor.

Damos vuelta por el pasillo para entrar al pasillo de administración.

La oficina es amplia para entrar las siete chicas que seremos llevadas pronto a otro lugar.

—Ya que están aquí todas les aviso que esté mes ya es el último, así que vayan despidiéndose de estás cuatro paredes —la voz autoritaria resuena—. Su momento llegó, estoy emocionada de que mis niñas ya están creciendo, están volando a otro lugar.

Me genera repulsión sus palabras, no hay nada emocionante.

—Su atuendo estará esperando por ustedes —la sonrisa es tan falsa en sus labios, madame Ricci no tiene piedad de nadie, ni mucho menos de ella misma.

Una de las chicas alza la mano para poder hablar, le cede la palabra.

—¿Daremos un último paseo?

—Sobre eso, claro la mitad irá este fin de semana al pueblo y la otra el próximo —disipa la dudas—; era todo por el momento así que regresen a sus actividades.

Salimos todas de ahí.

Me dan unas ganas de llorar por todo lo que se viene, hay un nudo en mi pecho que impide mi respiración. Hay tanto miedo en mi que hace que me ponga paranoica.

Camino con cuidado de regreso a la habitación, cada paso me es difícil. Ingreso, me tiro en la cama para tratar de controlar el ritmo cardíaco.

Lloro en silencio mientras no hay nadie, las demás han ido al patio, como si no le tomaran importancia que no les queda nada.

No hay sollozos de mi parte, hasta para eso el silencio me acompaña.

Las lágrimas ruedan para caer y perderse por el edredón de la cama, abrazo mi cuerpo delgado. Al fin y al cabo solo me tengo a mi.

Después de llorar, el sueño me acompaña entre toda la oscuridad.

El campo se extiende por un lugar enorme, hay flores tan lindas no se sus nombres pero amo el color tan vivo que poseen, tocó el pasto, los pétalos y me dan ganas de tirarme encima y sentir la frescura.

Tomo la decisión de caminar para ver a donde me lleva todo esto. Es un día muy bonito como para apreciar cada detalle de este hermoso lugar.

La caminata se extiende un poco pero no me canso, sigo caminando hasta dar con la entrada a un bosque lleno de árboles.

El heredero Bouffart Onde histórias criam vida. Descubra agora