Capitulo 33

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.Rey Dattmon.

Deseaba irse lo antes posible. Hacía días que permanecía en ese palacio, desde la boda de su hijo. Tenía claro que el rey Evander fue uno de los primeros invitados en largarse de ese lugar nada más acabar la boda. Pero él tenía algo que aún le incómodaba. Y debía arreglarlo.

Caminaba por aquel corredor que llevaba al ala de las habitaciones, dónde dormían los recién casados en habitaciones separadas.

Subiendo la escalinata encontró a Hizzan, quien se dirigía a mano contraria. Ambos se detuvieron a la misma altura al verse. El principe parecía tener un rostro algo agotado, había ojeras bajo sus ojos, con expresión de estar completamente contrariado. Cómo de costumbre, observaba a su padre con dureza.

—Padre—saludo con aspereza ignorando su mirada.

—Que bueno verte, Hizzan. Pensaban ir a buscarte.

El principe elevó su mirada de ojos entrecerrados.

—¿Buscarme a mí? ¿Y eso por qué?

—Hay un par de asuntos que quiero discutir contigo antes de irme.

Eso sí que pareció sorprender a Hizzan.

—¿Irte? ¿Ya te decidiste?—preguntó con voz amarga—Hace varios días los invitados se fueron.

—Pues, no soy como los demás, hijo.

—Si, eso lo sé. ¿De qué quieres hablar exactamente?

El rey subió dos escalones más hacia arriba.

—No. Adelantate al salón, te alcanzo en unos minutos; debo hacer algo primero—le informo observando sus dudas en su ojos cobrizos—¿Que esperas? Ve.

Sabía perfectamente que el principe debía tener deseos de replicar sus órdenes, pero aún así notó un leve asentimiento por su parte. Sin más que decir, su hijo bajó las escaleras completamente en dirección al salón. Él continuo su camino. Atravesó el umbral que dos guardias cuidaban. Cuando llegó a ala de las habitaciones, se encontró a uno de sus criados cerca de la habitación de la princesa, su nueva nuera. Aquel criado sostenía lo que antes había ordenado que trajera. En sus manos llevaba un baúl mediano, tallado en madera con decorado de rubies. No hizo falta que le dijera a aquel hombre que lo siguiera después de que se reverenciara ante él.

Caminó seguido con aquel criado hasta que llegó frente a la puerta ubicado en el área derecha de aquel ala. Dió tres golpes a la puerta, antes de oír un pequeño "adelante" del otro lado.

Entró en aquella habitación esperando ver a esa niña plenamente inclinada hacia él. Pero para su sorpresa, se encontraba sentada completamente sobre el alféizar de la ventana. Sus piernas abrazadas a su pecho, y su mirada perdida en la vista a los jardines del palacio Bélhicuz. Parecia tranquila y serena, sin miedos o temores irrefutables. Un perfil digno de plasmar en un lienzo y formar el más delicado retrato. Tomaba esos recuerdos de su mente, su cabello castaño, sus ojos grises, su simpatía, su nobleza; y entonces la veía a ella.

La princesa no parecía darse cuenta de quién había entrado a su habitación. No hasta que el rey aclaró su garganta sorprendiendola. Vió sus ojos abrirse rápidamente mientras bajaba del alféizar colocando sus manos frente a ella y se reverenciaba.

—Majestad, discúlpeme, no ví que entró; pensé que se trataba de Astrid—murmuró la chica educadamente.

Observó en silencio unos minutos aquella reverencia hasta que se percató de un detalle. Cuando ella se enderezó, vió como un rayo de luz golpeó su cabeza e iluminó su cabello. Varias hebras de su castaño cabellos se tornaron de un color rojizo al entrar en contacto con el sol.

LA ESPOSA DEL REY {Los Cuatro Reinos #1}Onde histórias criam vida. Descubra agora