CAPÍTULO II: Madeleine

6 0 0
                                    

Recuperé la consciencia notando un cosquilleo en la espalda y respirando el aire más puro que he respirado jamás. Supe en ese momento que no podía estar en la ciudad. Me levanté con cierta dificultad y abrí los ojos. El horizonte era puro campo. Lo que me había molestado era la hierba en la que estaba acostado.

"¿Dónde rayos estoy? ¿Acaso he muerto?", me pregunté. No tuve mucho tiempo para responderme. De la nada, escuché una voz cálida y muy dulce.

"Pierre? C'est toi?", preguntó en francés.

Por alguna extraña razón, lo había entendido a la perfección. Me giré y vi a una chica preciosa. Era de cabello castaño y de ojos azules. Vestía un vestido beige que parecía sacado de un libro de historia y portaba un llamativo colgante de plata en el cuello, con las iniciales M.L. Me miraba con unos ojos muy intensos. Pareció reconocerme. Se abalanzó hacia mí y me abrazó. Tras unos instantes, se echó hacia atrás para verme mejor y sonrió. Luego se fijó en mi ropa. Fue entonces cuando me percaté de mi cambio de vestimenta. Mi atuendo, que no parecía ser tan bonito como el suyo, estaba rasgado por un sinfín de lugares. Estaba herido y ni siquiera recordaba por qué.

"Que vous est-il advenu?", cuestionó.

Habían dos cosas que no terminaba de comprender. Primero, ¿por qué podía entender el francés? Y segundo, ¿por qué me llamaba Pierre y de donde me conocía?

 Primero, ¿por qué podía entender el francés? Y segundo, ¿por qué me llamaba Pierre y de donde me conocía?

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.

Me agarró del brazo y me levantó.

"D'où viens-tu si échevelé? Oh mon Dieu, est-ce que ta famille t'a forcé à participer à nouveau aux émeutes? Entrez et prenez quelque chose, je vais panser ces blessures", comentó con una mezcla entre preocupación y dulzura.

Me guió hasta una gran propiedad que no había visto al despertar, puesto que se encontraba a mis espaldas. Abrió el portón, que aparentaba tener varios siglos, y mientras me continuaba agarrando por el brazo pude ver en los  pasillos decenas de retratos de distintas personas. Deduje que eran sus antepasados. No tenían pinta de ser una familia muy modesta. Lucían candelabros de oro, espadas, bustos, un cuadro del rey...

"¡Luis XVI!", dejé escapar de mis pensamientos.

La joven se detuvo en seco y me miró extrañada.

"Vous avez déjà vu ce portrait des milliers de fois!", exclamó bajando las cejas, creando una expresión que sugería incredulidad. "Allez!", dijo mientras aligeraba el paso.

Llegamos a lo que parecía ser una gran cocina. De un pequeño baúl sacó unas vendas y comenzó a aplicármelas. Su rostro mostraba pura concentración. La contemplé mientras me envolvía el brazo. Era bellísima, no era capaz de describir su increíble encanto.

"¡Argh!", no me fue posible aguantar el dolor.

"Désolé! Est ce que je t'ai blessé?"

"No, tranquila, estoy bien", sonreí.

Mis neuronas no eran capaces de comprender cómo me podía estar comunicando con una damisela francesa del siglo XVIII, cuando lo único que recordaba del francés del instituto era cómo presentarme. Debía estar soñando o algo, quizás hasta estaba en coma. ¿Por qué cuando le hablaba en español ella me entendía?

Entonces me di cuenta de que no sabía su nombre.

"¿Cómo te llamas?"

"Sacré bleu! Je suis Madeleine, tu te souviens?", contestó impactada.

Era muy raro, era como si esa chica me conociese de toda la vida. Madeleine suspiró.

"Mon père est très inquiet. Paris brûle chaque nuit et il ne reste plus grand-chose avant que la terreur n'atteigne les périphéries. L'avenir est incertain, Pierre", comentó con un aire de nerviosismo.

"¿Por qué arde París? ¿Qué ocurre?", dije, a pesar de que preveía la respuesta.

"Pierre, ça va? Cette concentration vous a-t-elle autant affecté? Écouté, ne dis pas à tes parents que tu étais ici, s'il te plaît. Je ne parlerai pas non plus de votre visite. Dieu sait ce qu'ils feraient s'ils savaient..."

Aquella mirada me hizo sentir un profundo amor. Esa conexión especial. Nunca antes en mi vida había lidiado con semejante emoción.

"Ne me regarde pas comme ça!", soltó una carcajada sin apartar la vista sobre mí.

No pude evitar reír yo también. Ella se acercó y cuando ya pensaba que iba a besarme, me tocó en la nariz con su dedo. Sus ojos brillaban.

Un fuerte portazo transformó aquel brillo en terror.

Objetos que cuentanWhere stories live. Discover now