4. El inicio de las desgracias

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Por fin era domingo, su día libre de trabajo, el día perfecto para centrarse en ella misma y poder drenar todo el estrés que había acumulado a lo largo de la semana, miro a su alrededor, en cuestión de media hora había limpiado lo mejor que pudo su sala de estar, el baño, la cocina y por supuesto lo necesario de su estudio, bueno, tampoco es que tuviera mucho desorden, a menos claro que miraran su cuarto, ahí, bueno no era exactamente el lugar más pulcro de la estancia en ese momento del semestre.

Con pesar, miro los marcadores en su mesón de la cocina, había buscado un montón de tutoriales para recuperar los afectados, pero lastimosamente, muchos no podían recuperarse, al menos aún tenían tinta, pero las puntas, Dios, era otra historia.

_ tranquila, todo lo material se recupera ¿no?_

Ojalá fuese más fácil pensar eso, normalmente no le gustaba darse ese tipo de ánimos o palabras de aliento de ese tipo, sentía que era una manera de hablar de pérdida y carencia que no le gustaba, pero era inevitable en oportunidades decirlo.

Es complicado, puesto que, era como "manifestar" que se estaba viviendo una situación no deseada en cuanto a lo económico y al mismo tiempo no se estaba valorando lo que eso material representaba, y vaya que esos marcadores representaban para ella, eran el resultado de trabajo, esfuerzo, constancia y perseverancia, tal vez para otros privilegiados era como quitarle un pelo a un gato, pero para ella no.

Solo bastaba con mirar a su alrededor, su pequeño apartamento que llevaba rentando cerca del año, los pocos muebles que tenia propios, las cosas que con mucho esfuerzo había adquirido, no eran regalos, eran muy pocas las cosas que podían tener la categoría de "regalo" en su apartamento, como este bonito juego de tazas rosadas en forma de nube que Ian le había regalado apenas ella se mudó.

Cada pequeña cosa que había en ese lugar era sagrada para ella, cada objeto, cada factura que representaba, su independencia, y que arremetieran contra su independencia es algo que la afectaba mucho, sobre todo cuando quien lo hacía debía ser del tipo de personas que más apoyo debería darle, pero, a final de cuentas, era una de las razones por la que había decidido contra todo pronóstico hacer su vida aparte.

Giró sobre sus pies evaluando el lugar, incluso sintiendo algo de vergüenza, se sentía como una adulta pequeña, una niña o adolescente que por fin tenía acceso a dinero de adulto y que podía cumplir los caprichos que de más pequeña siempre guardó en su corazón.

El apartamento de solo dos habitaciones, un baño, cocina, comedor y sala de estar con un pequeño cuarto de lavado y un puesto de estacionamiento, ese era su pequeño imperio, el mobiliario original de cualquier otro apartamento común y corriente, nada especial ni característico, pero los pequeños detalles que ya eran producto de ella, sí, eso sí era distinto, contrastaba bastante, pero era una sensación bonita..

Empezando por el lindo felpudo a ambos lados de la puerta principal, uno con un hola del lado de fuera de la puerta y un adiós del lado de adentro que había encontrado en una tienda en oferta.

Su colección de vajilla y ollas para la cocina eran también algo que podía considerar un capricho de adulto independiente, de lindo color rosa con puntitos y formas bastante tiernas, ni hablar de las tazas de la nevera, o los cojines en forma de girasoles en una de sus adquisiciones más preciadas, el sofá cama de color amarillo, que por cierto hasta hace un par de meses había librado la deuda de crédito.

La alfombra improvisada con tela felpuda de la casa de las mil telas del cetro, su florero improvisado con orquídeas plásticas, sus posters pegados con cinta adhesiva a las paredes de distintas series, películas, comics y obras arquitectónicas y artísticas, porque siendo honestos, al estar alquilada, una de las normas no permitía para nada el alterar ni con un clavo las paredes.

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⏰ Última actualización: May 14 ⏰

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