24.- Madre de alquiler

Start from the beginning
                                    

En algún lugar de su mente parpadea una imagen de Victoria, tumbada en la cama, despertando tras el trágico accidente. Mirándose el vientre vendado y sollozando.

Y el médico pronuncia su sentencia: Lo sentimos mucho, pero no podrás tener más hijos. Nunca más...

De repente, llaman a la puerta y los pensamientos de Andrea son interrumpidos.

Apenas tiene tiempo de subirse la bata, ocultando su cuerpo desnudo, ya que acaba de salir de la ducha, y de girarse hacia la puerta.

Andrea ve a Dante cruzar el umbral de la puerta. Entra en la habitación como el verdadero dueño de la casa que es.

Entra con la espalda erguida y la cabeza hacia el techo. Todo vestido como la portada de una revista de ricos y famosos. Con un traje caro del color del chocolate amargo.

La habitación está llena del embriagador aroma de un perfume de alta gama, que siempre le emborracha, como si utilizara feromonas en su perfume para conseguir que las mujeres acudan a él.

Dante le dice con frialdad, mostrando sus ojos negros: Buenos días, Andrea. Venga, vamos a la clínica.

Andrea: Por la mañana. ¿Por qué?

Dante: Para una revisión de rutina. Debes hacerte las pruebas necesarias para asegurarme de que tú y el bebé están sanos.

Andrea: Pero ya has visto mi historial de embarazo.

Dante: No me fío del hospital público, te volverán a hacer la prueba en una clínica privada, que me han recomendado como la mejor del país.

La ojiazul suspira con la cabeza baja y asiente: Vale, pero tengo que vestirme.

Dante añade lamiéndose el labio inferior: Y desayunar...

La rubia levanta la cabeza encontrándose con la mirada del mafioso. Un torrente de calor la invadió bruscamente al darse cuenta de que le miraba las piernas desnudas y luego dirigía sus ojos negros hacia arriba y se detenía en su pecho.

Los pechos de Andrea estaban ahora más grandes, más pesados... y en estos instantes no lleva sujetador. Sus pezones sobresalen, mostrándose a través de la fina tela de seda.

La rubia se envuelve con los brazos al notar un abultamiento en la entrepierna de Santoro.

Rápidamente, Andrea rompe la incómoda pausa: Haré lo que pueda. De hecho, no tengo apetito, tengo un poco de náuseas.

Él le advierte con firmeza: Hay que cuidarse mucho y comer bien. Para que el bebé se desarrolle y nazca sano.

Andrea: Hago lo que puedo, pero no depende de mí. No puedo controlar las náuseas... No es una intoxicación, es un embarazo. No puedo forzar la comida en mí.

Dante: Lo entiendo. Así que veremos a un especialista sobre eso. Te espero en el salón principal. No tardes.

Ajustando lentamente su bragueta, Dante se da la vuelta y sale, dando un portazo.

Andrea se queda sola preguntándose en su mente: ¿Y qué me pasa a mí? ¿Por qué se me acelera el pulso cuando me mira? Recordé cosas que habían ocurrido entre nosotros en el pasado. En esas siete noches de pasión que pasamos juntos...

7 noches con el mafiosoWhere stories live. Discover now