9.- En la ducha

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Dante le quitó la sábana con la que Andrea se cubría y como si pesara menos que una pluma la cargó, la llevó hacia el baño y la colocó en la bañera.

Él le preguntó mirándola de pies a cabeza: ¿Cómo estás?

La ojiazul mintió intentando guardar un poco de la dignidad que ya había perdido: Estoy bien...

El mafioso sonrió socarronamente al decir: no creo que estés bien cuando ni siquiera puedes caminar para venir a asearte...

Andrea no respondió, únicamente agachó la mirada avergonzada, cruzando sus piernas para evitar que el hombre observara los labios hinchados de su intimidad.

Pero ya era demasiado tarde.

El ojinegro comentó: supongo que el coño aún te duele, pero debes limpiarte...

La rubia miró inocentemente al barbado: sí, todavía me duele, es normal, después de todo tú fuiste el primero...

Los labios de Dante se movieron, revelando una sonrisa.

Dante: Sí, yo fui tu primer hombre y ahora eres mía...

Acto seguido, el mafioso comienza a desprenderse de su ropa, mostrando su musculoso cuerpo sin ninguna vergüenza.

Asustada, la rubia cuestionó: ¿qué haces?

Dante: yo también necesito una ducha, así que voy a bañarme contigo...

Ruborizada, Andrea dijo: ¿qué? eso no...

El mafioso la interrumpió con tono amenazador: Métete en el baño y no te atrevas a discutir, o continuaremos lo que hicimos ayer y no te va a gustar...

Andrea tragó saliva, asustada, sabiendo que un hombre como Dante no sabe bromear, y que no tiene pelos en la lengua.

Dante la sorprende diciendo: Te ayudaré a lavarte...

Andrea tartamudea: Pero yo... yo... lo haré.

Presa del pánico, la chica no quiere que el hombre mire nuevamente sus partes íntimas.

Dante: Ahora mismo estás débil, apenas te mantienes en pie. No quiero que te desmayes y te abras la cabeza.

Andrea se muerde el labio en silencio, no va a discutir con él, no tiene sentido. Ella es su juguete, así que tiene que hacer lo que el dueño del juguete quiera.

El ojinegro resopla mientras abre la ducha: Date prisa...

Clavando los dedos en el borde de la bañera de mármol, Andrea se sonroja diciendo: No mires...

Dante sonríe nuevamente, con picardía: ¿Qué quieres decir? Ya he visto suficiente. Te he visto en todas partes, partes que ni tú misma has podido verte y yo ya las conozco...

El corazón de Andrea dio un salto en el pecho, mezcla de rabia y vergüenza.

Ella se agarra con más fuerza al borde y el cálido chorro de agua golpea suavemente sus nalgas, en las cuales aún quedaban huellas rojizas de las manos del varón que la desfloró un día antes.

7 noches con el mafiosoWhere stories live. Discover now