Los sirvientes del gran jefe caminan ante él como esclavos obedientes. Actúan como si tuvieran miedo de su jefe. ¿Y quién no le tiene miedo?

Está oscuro afuera. Es fresco y agradable, no frío. Dante avanza hacia un gran portón de hierro forjado, delante del cual hay un enorme y potente todoterreno.

A Andrea casi se le cae la mandíbula al suelo. ¡Qué coche! Es el más grande que ha visto. ¡Sólo un tanque! Parece que es nuevo, el hombre debe haberlo comprado hace poco.

Dante: Entra...

Le hace un gesto mientras abre la voluminosa puerta.

Andrea intenta entrar, pero es demasiado pequeña, así que Dante tiene que sostenerla en brazos y colocarla personalmente en el asiento.

Ella se queda sin aliento cuando de repente la atrae contra él y la abraza brevemente.

Dante cierra la puerta, poniéndose cómodo al volante. Le lanza una breve mirada, un poco rígida, y se acerca a ella, demasiado cerca, demasiado íntimo...

La chica aprieta los ojos, apretando los dedos de los pies.
¿Qué está haciendo?

¿La va a besar?

La ojiazul se relame los labios tímidamente. Está muy nerviosa. Su corazón late con fuerza y no puede oír. Es un momento tenso.

De repente, Andrea se da cuenta de que quiere besarle... Más de lo que desea ser libre.

Se escucha un "clic".

Algo chasquea en el lateral, obligándola a abrir los ojos.

Entonces se oye otro clic: el motor del coche cobra vida.

Dante anuncia mientras pisa el acelerador: Vamos, demos un pequeño paseo...

El lujoso todoterreno avanza suavemente hacia la salida de la mansión.

Andrea: ¿A dónde?

Dante: Sólo fuera de la ciudad. Necesito sacar a este bebé a pasear...

El mafioso acaricia suavemente la costosa tapicería de cuero del volante y agrega: Lo compré hace
tres días.

Andrea: Oh, ya veo.

Algo parecido a un suspiro de decepción brota de su pecho involuntariamente.

Pensó que iba a besarla. Todo lo que hizo fue atarla con el cinturón de seguridad.

Con sonrisa maliciosa, el varón dice: Tal vez podríamos divertirnos en algún lugar...

Claramente es una insinuación a tener sexo fuera de la casa.

Agudas oleadas de escalofríos atraviesan el cuerpo de Andrea, como dagas que cortan su carne.

Al mismo tiempo, un extraño torbellino ciñe su bajo vientre. Allí se generó un mortífero torbellino de sucia lujuria y de infernal
deseo de escapar al borde del placer, arremolinándose en un apretado embudo.

7 noches con el mafiosoWhere stories live. Discover now