𝕮𝔞𝔭𝔦𝔱𝔲𝔩𝔬 𝕍𝔢𝔦𝔫𝔱𝔦𝔠𝔦𝔫𝔠𝔬

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—¿Y tú qué haces aquí?

—No sé, pregúntale a tu novia; ella fue quien me arrastró hasta acá. —señaló a la chica que colgaba de su brazo.

—No es mi novia. —comentó con disgusto en su voz.

—¡Ay, mi corazón! —dramatizó la chica Omega, tocando su pecho.

—¿Mirna, por qué trajiste a este tipo aquí? —preguntó Geb desde su asiento, rodeado de chicas muy hermosas.

—¡No me llamo Mirna! ¿Cuántas veces debo repetirte mi nombre? Llevamos años conociéndonos, Geb. Soy Freya, Fre-ya.

—Aún no me has contestado por qué lo trajiste aquí.

Con una mueca en el rostro, Enrik observaba el ambiente del lugar. Era su primera vez en un sitio como ese, aunque ya había escuchado hablar de tales lugares gracias a su Omega, quien era liberal y de espíritu rebelde.

—Lo encontré todo triste en el camino.

—No estaba triste.

—¡Vamos, ven, tenemos que tomarnos un trago! —Freya arrastró a Enrik hacia los asientos donde se encontraba Geb y las otras cuatro chicas. Estas estaban ocupadas toqueteando y besando al alfa entre turnos.

Pero Enrik experimentaba todo menos agrado; el lugar era ruidoso y los olores resultaban abrumadores incluso para su casi inexistente sentido del olfato. No se sentía cómodo en absoluto y ansiaba abandonar el lugar lo antes posible. El dilema estaba en Freya, quien parecía haber despertado cierto interés en él, o al menos eso sentía, ya que no dejaba de hablar, buscando entablar conversación con él, quien respondía solo por cortesía. Ella lo tenía atrapado del brazo y, para empeorar las cosas, tenía las piernas sobre su regazo, prácticamente sentada encima de él. La situación resultaba incómoda para Enrik, quien no sabía dónde colocar las manos ni dónde dirigir la mirada. Las personas en el lugar eran peculiares y muy exóticas; no era una exageración afirmar que en este lugar residían todo tipo de seres inimaginables. Incluso observó a algunos con orejas y colas, al igual que su amigo, pero de diferentes animales, como la hermosa gatita que besaba a Geb.

—¿Por qué ella tiene orejitas de gatita con alitas? —preguntó Enrik, señalando con la barbilla a la chica.

—Ah, te refieres a Lila. Su padre Omega es una hada, y su madre alfa es una gata montés.

—¿Pueden fusionarse razas? —preguntó asombrado.

—Cuando están destinados, sí, pero aquí es una suerte cuando lo encuentras, y salir al exterior para nosotros es peligroso. Por eso algunas hemos perdido la esperanza de encontrar a nuestro destino —contó Freya entristecida—. Es una suerte que Aker por fin haya encontrado a su Omega… o bueno, el Omega lo encontró a él.

—¿Nunca han salido del bosque? ¿Por qué? Y ¿Aker tampoco puede salir?

—¡Cálmate, chico, una pregunta a la vez! —rió Freya ante la curiosidad del chico, que aún no sabía su nombre—. Por cierto, ¿cómo te llamas?

—Enrik.

—Bueno, Enrik, verás, nuestra existencia ha estado oculta durante años, podríamos decir que incluso décadas. Antes éramos libres, pero todo cambió cuando empezaron a fusionar ADN de distintas razas, creando seres mutantes que utilizaban como máquinas de guerra. También utilizaban a los Omegas como incubadoras, separándolos de sus crías y vendiéndolas. Aunque creo que eso aún persiste, la verdad. Así nació la Tierra Escondida, en este bosque oscuro. Aún no sabemos qué pacto hizo el primero en pisar estas tierras para que fueran habitables, solo sabemos que antes habitaba un ser despiadado y temible que vigilaba el bosque. En este pueblo, somos muchos de diferentes razas y géneros. Quienes han salido de aquí sin el permiso de Aker o cualquier líder anterior no han vuelto, o al menos no hemos sabido de ellos. Es muy triste vivir encerrado en un solo lugar y no poder explorar el mundo. Aker está haciendo hasta lo imposible para cambiar esto, pero es una tarea que ha costado vidas de los nuestros. Hemos sufrido pérdidas por aquellos que intentaron adentrarse en el bosque, para intentar llevarnos quién sabe a dónde.

—Eso es muy triste, pero la realidad afuera no es muy diferente, Freya. Es igual o incluso peor; al menos aquí estás protegida por un líder fuerte y se cuidan mutuamente. Afuera, no cuentas ni con tu propia sombra; solo eres tú contra todos.

Ojalá pudieran cambiar el mundo, pero eso parece imposible considerando la maldad que existe en todas partes. Quizás puedan generar cambios, pero no se puede garantizar que los demás sigan el ejemplo.

—¡Pero dejemos de hablar de cosas tristes! —exclamó eufórica, ofreciéndole un vaso con una bebida extraña.

A Enrik le agradó Freya; quitando su intensa necesidad de estar pegada a él, le pareció una Omega muy simpática.

—Qué linda eres —comentó sin pensarlo.

—Mm, gracias —respondió Freya sonrojada—. Me han dicho de todo menos que soy linda.

—Todas aquí son realmente hermosas, con aspectos peculiares que las hacen únicas.

Freya continuó ofreciéndole bebidas, notoriamente fuertes, que dejaban una sensación de quemazón en su garganta al tomarlas. Sin embargo, eso no impidió que Enrik siguiera bebiendo hasta el punto de sentir que su mundo daba vueltas y todo lo que escuchaba le resultaba gracioso.

—¡Vamos a bailar, Enrik! —Freya lo arrastró hasta la pista, donde él se quedó inmóvil al no saber cómo bailar, observando a Freya que se movía muy cerca de él.

ωιʅ𝚍 𝙳єѕтιиу ♡°Where stories live. Discover now