Año nuevo, vida nueva...

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¡Año nuevo, vida nueva...!
Así comienza una canción, que creo, es del siglo pasado.
Hoy la escuché para ver si realmente quiero una vida nueva. Confirmé una vez más que prefiero quedarme con mi vida, aunque reconozco que hay mucha gente, quizás demasiada, que sí quisiera una vida nueva y ¡ojalá que se cumpla ese sueño!
Pero yo... Yo me puse a rebobinar mi vida...
¡Y justo en este momento estoy escuchando mi cassette!
¡Son voces e imágenes tan nítidas!
Me veo siendo apenas una niña, sonriendo de oreja a oreja y sin mostrar los dientes (por lo menos eso me decía siempre tía Fanny), recibiendo a mis tíos y primos que venían de Montevideo. Todos juntos esperábamos al nuevo año en Florida y en familia.
¡Éramos un montón!
Recuerdo que papá carneaba un chancho (tal vez era un lechoncito, no sé, pero yo lo veía enorme), y don Pérez iba con su navaja muy afilada, a afeitarlo. ¡Era muy protocolar todo! ¡Me parece verlo a don Pérez! Recién bañadito y bien afeitado, con su ropa dominguera, sentaba su voluminosa figura a la cabecera de una mesa improvisada, sacaba su navaja y esperaba que mamá le llevara agua hirviendo. Mojaba al chancho y raspaba. ¡Quedaba super liso! Con Jorge y José íbamos y acariciábamos al chancho y salíamos corriendo, antes de que mamá nos echara lejos.
Mientras, papá preparaba el fuego para que, luego de que mamá adobara al chancho, ponerse a asarlo a fuego lento.
Mamá cocinaba de todo y lo hacía feliz, cantando a viva voz.
Casi siempre llegaba primero la tía Olga. Luego tía Fanny, con tío Héctor, Laura, siempre en pausa, y Andrea, con el alboroto que la caracteriza desde su gestación.
Mientras mamá cocinaba "gordo", tía Fanny sacaba sus especialidades culinarias, siempre muy livianas: galletas de avena, torta de puerros sin crema doble, tarta de zapallitos sin harina, fainá de garbanzos, flan sin huevo ni azúcar, y otras cosas por el estilo.
Llegada la tardecita del 31 todos nos vestíamos con nuestras mejores pilchas.
¡El barrio de las tres plazas se vestía de fiesta!
Y si bien no se adornaban los árboles con ningún tipo de luces, las plazas parecían brillar al convertirse en espejo del brillo de felicidad que emanaba de todos nosotros.
¡Éramos tan felices!
Ya preparada la mesa, nos sentábamos alrededor, como buenos uruguayos, y mientras comíamos, los cuentos se sucedían. El aire vibraba al ritmo de las carcajadas.
En determinado momento de la noche mamá desaparecía, con la complicidad de nosotros, los niños.
La gorda se disfrazaba y salía a visitar a los vecinos que, obviamente, ya la conocían y la esperaban. La única que no la reconocía era abuela Maruja que nos decía que no dejáramos entrar a "ese viejo".
También hacíamos llamadas telefónicas anónimas, para hacer algún chistecito. El de las galletitas Bagnulo era mi preferido. ¡Cuánta gente cayó en esa broma!
Por todas esas vivencias más las que fuimos sumando a lo largo de la vida, más allá de lo que la vida nos ha ido quitando, ¡no cambio mi vida por nada!
Quiero seguir disfrutando del amor que me rodea, de la familia, de los amigos y del amor que mamé desde que nací.
Por un 2024 más justo, menos violento, menos indiferente, lleno de amor y sueños cumplidos...
¡Salud!

ilargiluna
30/12/2023

Rebobinando la vidaWhere stories live. Discover now