001 - fated

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✩ roseanne.
17 años

El ambiente otoñal se sentía en toda la ciudad

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El ambiente otoñal se sentía en toda la ciudad.

Los colores característicos de otoño adornaban la calles de Montreal.

Amaba esa época del año, pero a la vez me hacía sentir muy nostálgica.

No podía evitar recordar aquellos tiempos, como cuando era una niña había conocido a esa persona que ahora forma una gran parte de mi vida.

Cuando había conocido a Jennie, mi mejor amiga de la infancia.

Por fin había sacado del cajón después de un año mi bufanda favorita, aquella bufanda roja que guardaba aquella gran historia detrás, una de esas historias que contaba cada que podía.

Tenía siete años cuando mi madre me había regalado esa linda bufanda roja, y la cuál había perdido en las calles de Montreal en esos momentos, lloré desconsoladamente hasta que alguien llamó a mi puerta con la bufanda en manos, una niña de orígenes coreanos con un lindo moñito rosa y un lindo suéter del mismo color, la niña había estado preguntando en las calles quien era la persona que había perdido la bufanda que tenía grabado su nombre.

Y el universo se encargó de juntarnos, como si del destino se tratara.

Cuando la tuve de nuevo en mis manos por fin paré de llorar.

"Eres tierna", escuché su vocecita y sentí un beso en la mejilla, rápidamente un sonrojo hizo acto de presencia en mis mejillas y solamente me dediqué a sonreír.

"Gracias...", desde ese momento hasta hoy, Nini y yo conservamos nuestra amistad.

Caminaba por un parque cerca de mi casa para acortar el camino de ida a mi preparatoria mientras veía las hojas de los árboles caer.

Mis pensamientos se vieron nublados al ver a Jennie venir corriendo hacia mí, con esa sonrisa única.

—¡Rosie, espera! ¡No vayas tan rápido!

Me detuve por un momento para que me alcanzara.

Cuando estuvo lo suficientemente cerca se me abalanzó, abrazándome con fuerza.

—¡Rosie Posie, te extrañe! ¿Por qué faltaste a la preparatoria la semana anterior? —me preguntó mientras se separaba y me daba una caja de galletas caseras—. Son para ti, también estoy tejiendo un lindo suéter que será tuyo para continuar con la tradición, ya sabes. Ahora dime, ¿por qué faltaste?

Teníamos esa costumbre de regalarnos suéteres en otoño desde que éramos unas chiquillas.

—Gracias... —dije mirándola, pude sentir como me derretía ante esa sonrisa gomosa que me regalaba—. Mi abuela enfermó, y quería cuidarla. Ahora está mucho mejor, pero por unos días estuve viviendo en su casa para cuidarla.

11:11 - chaennieWhere stories live. Discover now