«Ayrton Senna da Silva, omega gestante, fallecido.
21/03/1960-01/05/1994»
Parpadeó sorprendido cuando proceso lo que acababa de leer, en el documento había demasiada información, algunas cosas estaban en inglés, otras en italiano, entendió todo sin problema. La FIA había tomado la decisión de maquillar los detalles sobre el fallecimiento de una gran leyenda dentro del automovilismo que cambio la vida de todos.
En el documento se podía leer con claridad que Ayrton aviso por su radio que no se sentía bien antes de la rotura de la columna de dirección, lo cual imposibilitó aún más que logrará controlar el monoplaza en el accidente que le costo la vida.
—No se admiten omegas por esa razón —el tono sombrío de uno de los comisarios helo la sangre del omega —, tú y el resto representan un peligro para los alfas.
—¿Disculpe?
—Los omegas corren el riesgo de quedar en estado de gravidez y no avisarnos, lo cual pone en riesgo al resto de pilotos, a ustedes mismos. Senna estaba atravesando los síntomas del primer trimestre, mareos combinados con náuseas y un auto a toda velocidad terminaron como ya lo sabemos.
Las manos de Sergio se plantaron sobre su abdomen en un gesto inconsciente, una punzada de culpabilidad los golpeó a él y a su omega, que se hizo pequeño bastante herido ante lo que aquella acusación significaba.
—¿Qué pasa si eso se repite de nuevo? ¿Crees que el mundo soportaría tan terrible escenario?
Intentó imaginarlo, si se hubiera filtrado ante la prensa que era un omega y que estaba gestando durante la temporada de dos mil quince, su carrera habría acabado en el acto, Los ataques y reproches no terminarían, todo empeoraría al saber el destino de Solange, no, el mundo entero se habría ido en su contra por ser un omega tan descuidado e imprudente.
Apretó los labios cuando sus ojos picaron.
—Norris y Tsunoda ya no están usando inhibidores de aroma —acuso otro con recelo —, ¿sabes lo peligroso que es para los alfas?
Ahí iban de nuevo, preocupados por los alfas y no por el peligro hacia los omegas. Tomo aire, pero siguió sin emitir palabra alguna, algo le decía que estaba ahí para escuchar y no para opinar.
—Si el resto de omegas deciden seguir su ejemplo, corremos el riesgo de que manipulen a los alfas con sus aromas y deseos de omegas —el comisario lo señalo con el dedo índice —, ¿sabes por qué cederían? Porque la naturaleza del alfa es complacer al omega, los hacen débiles y vulnerables.
—Eso no...
—¿No eres tú quien tiene a todos los alfas vueltos locos intentando complacerte sin importar nada?
Abrió y cerró la boca varias veces intentando encontrar algo con que refutar, pero ahí tenían un punto muy válido. Checo no les había pedido nada, pero ellos estaban ahí intentando hacerlo feliz de una u otra manera, incluso si no estaban de acuerdo con sus decisiones.
—¿Quieres evitar que sufran más daño, Sergio?
Sus manos temblaron, sin embargo, se mantuvo firme, alzo la barbilla y se enfrentó a la mirada de cada hombre. Por supuesto que quería mantener a todos esos chicos a salvo, no tenían que pagar las consecuencias de las decisiones que él había tomado en el pasado.
—¿Qué quieren?
Las sonrisas petulantes lo hicieron sentir como que acababa de venderle su alma al mismísimo Lucifer.
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