Prólogo

270 72 10
                                    

¡Feliz Navidad!

Pretendía subir esto como regalito para Navidad, pero como he explicado en el capítulo de Si en diez citas... la vida se me ha complicado muchísimo así que, bueno, tarde, pero aquí estamos.

Y, ya que estamos por aquí, os cuento la frecuencia de publicación que va a tener esta novela (que básicamente es similar a lo que acabo de contar en el libro de Si en diez citas...) Paso de estar esforzándome muchísimo por traer capítulos semanales para que luego a casi nadie le importe. En serio, el dolor que eso me produce... No puedo seguir esforzándome tantísimo para luego ver cómo cae en el olvido, así que la dinámica será la siguiente:

Subiré capítulos cuando llegue a un número de votos que yo considere acorde con las visitas y lecturas que tengo. Cada capítulo pondré un número de votos y, hasta que no lleguemos (pase una semana, un mes o un año, no subiré el siguiente capítulo). Esto no significa que lo vaya a subir según lleguemos, que nos conocemos, lo revisaré cada vez que pueda y tenga tiempo para subir capítulo, obviamente si no tengo, no puedo subirlo por mucho que quiera.

Publicaré el capítulo 1 cuando este capítulo tenga al menos 80 votos.

*

Zoe

Armamos tanto jaleo que la recepcionista, y única ocupante del recibidor, dejó de limarse las uñas para mirarnos. Recogí la bolsa y corrí hacia la recepción, pero él ya estaba apoyado sobre el mostrador. Me puse a su lado, sin ceder ni un ápice. Puede que nos codeásemos ligeramente para obtener más espacio en este. ¿Cómo es posible que odiase tanto a una persona que ni conocía apenas? Le había visto una vez en mi vida antes de un tormentoso viaje en avión y de que compartiésemos taxi por cabezonería.

Él dejó caer su propia bolsa con mucho ruido a un lado y miró a la recepcionista con esa cara de capullo arrogante que no soportaba. Desde mi tumultuosa adolescencia no había golpeado a nadie, pero me dieron ganas de arrearle un puñetazo en la cara y, seguro, que me darían un premio por ello.

―¿En qué puedo ayudarlos? ―preguntó la recepcionista pasando la vista de uno a otro. Flipando, seguramente.

―Verá, me gustaría hablar con Jade Millerfort. ―Se me adelantó antes de que yo pudiera decir nada, aunque iba a decir exactamente lo mismo. Seguramente con más educación.

―Ah, ¿sí? ―La recepcionista perdió toda la formalidad y el aire profesional con el que nos atendió al llegar y le dedicó una sonrisa bastante fría―. ¿Y quién eres tú?

―Me llamo Mateo del Pino y soy su hermano.

Se me escapó una risa floja que convertí en un resoplido y luego en una tos. Los dos me miraron fijamente. El calor me subió por la cara.

―La alergia, perdón ―me excusé enseguida.

―Jade no está, pero llamaré a Will ―le dijo la recepcionista, mientras se levantaba de su silla, aunque paró para mirarme antes de irse―. ¿En qué puedo ayudarte a ti? ―me preguntó.

Y me aturullé. ¿Qué se supone que tenía que decir? ¡Si decía la verdad no me iban a creer! ¡No ahora! Así que hice lo único que se me ocurrió: me colgué del brazo del tal Mateo del Pino.

―Soy su novia.

―Ah. Enseguida vuelvo.

La recepcionista cruzó una puerta que tenía al lado, tras mirarnos muy raro, como si no se creyese ni una palabra que salió de entre nuestros labios. Mateo palmeó mis manos y me hizo soltarle.

―¿Mi novia?

―Sí, cariño, o les diré que no tienes ni una gota de sangre Millerfort corriendo por tus venas.

―Aprovechada...

Por suerte no pudo insultarme más, aunque tenía claro que era su intención. La recepcionista volvió sorprendentemente rápido.

―Enseguida les recibirán.

―¿Puede darme una habitación mientras? Estoy seguro de que pasaré aquí unos días ―le dijo Mateo a la recepcionista, que volvió a alternar su mirada entre ambos.

―Doble ―le dije yo, con una sonrisa que intenté que irradiase seguridad.

―Pensé que no querías que durmiéramos juntos hasta el matrimonio, cariño mío ―mencionó Mateo.

Le pegué un pisotón con todas mis fuerzas en el pie, que le hizo quejarse y dar un paso atrás.

―Seguro que puedes dormir en la bañera, amor mío ―respondí, con mi mejor sonrisa inocente―. Una habitación doble será perfecta.

Si tenía que deshacer el entuerto en el que el maldito Mateo del Pino me había metido yo también iba a necesitar unos días. Y ni de coña podía permitirme una habitación en un hotel así. Había venido con lo puesto, prácticamente. Si tuviera dinero para habitaciones de lujo no habría tenido que embarcarme en semejante y desquiciada aventura a la carrera.

 Si tuviera dinero para habitaciones de lujo no habría tenido que embarcarme en semejante y desquiciada aventura a la carrera

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Cuando descubras la verdadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora