Capítulo 4

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Él había perdido la memoria, no podía ser, ¿acaso la golpiza de mi hermana lo había dejado tan mal?

No es posible, ¿o si?

Solo corrí hacía la mamá de Jonathan, ella sollozaba contra un cojín de un sillón de la sala, quería, tenía que saber que había pasado.

-¿Qué ha pasado?

-Mariana, él perdió la memoria.

-Eso no puede ser, mi hermana no queria...

-Tranquila cariño, si bien tu hermana le dio un buen escarmiento, eso no fue lo que lo causó.-dijo y se limpió con un pañuelo la nariz.

-Entonces, ¿que fue?

Yo trataba con todas mis fuerzas de no descargar un mar de lágrimas enfrente de ella.

-Cuando Ian lo traía a casa, venía otro chico en el mismo carril en muy mal estado, según nos informaron era adicto a la heroína.

-No entiendo, ¿era?

-Si linda, el murió.

-¿Murió?

- Cuando el venía por el otro lado del carril, perdió el control del carro y sacó del camino a Jonathan e Ian, el auto salió volando y cayó por un barranco.

Yo simplemente no lo creía, parecía de película.

-Ian...

-Él está bien, con algunos moretones pero al fin y al cabo sano. En lo que respecta a Jonathan, los médicos no saben si será temporal o permanente.

¡¿Permanente!? ¡no!

Ella me indicó el hospital y la habitación en la que se encontraba Jonathan.

Regresé a casa solo por las llaves de mi Harley y fui directo al hospital. Durante el camino lloraba por que él estuviera bien, sano y salvo.

-¿En qué puedo servirle?

-Si gracias, busco al paciente de la habitación 256.

La señorita del mostrador tecleo el número de habitación y enseguida pregunto el nombre.

-Mmm, ¿Jonathan Ramirez?

-Sí, ¿podría visitarlo?

-Unos cuantos minutos.

-Gracias.

Avanzé por el pasillo, largo, blanco y tétrico del hospital.
Si esperaban que los pacientes se recuperaran rápido, el ambiente no ayudaba mucho.

Ese olor de alcohol mezclado con sangre y otros fluidos corporales.

254, 255, y 256.

Ian estaba afuera del cuarto, se veía demacrado, no había dormido en toda la noche, más el accidente, era un desgaste enorme tanto físico como emocional.

-Hola, ¿cómo estás?

Que pregunta tan tonta, obviamente estaba mal, su hermano había perdido la memoria, había visto morir a un drogadicto en carretera y ¿aún quiero que me responda?

-Pues creo que más mal no me podía ir.-Soltó una carcajada seguida de un gemido. Si que está muy magullado.

-Lo siento mucho, ojalá no hubiera ido a mi casa, nada de esto hubiera pasado.

-No fue tu culpa, ¿quieres pasar a verlo?

-Por favor.

Abrí la puerta y la imagen que ví me dejó sin palabras, estaba rodeado de máquinas, con moretones por todas partes.

-Los dejo.

-Ian

-¿Si?

-Gracias- susurré, y le di un abrazo.

Él sonrió y salió del cuarto.

-Hey, hola tonto.- dije en voz baja.

Dormía, parecía un niño pequeño, tenía miedo a despertarlo.

Comenzé a acariciar su pelo castaño.

Lo quería, aún lo quería, a pesar de todo lo querría siempre.

Despertó y yo no hacia más que mirar sus ojos.

Retomé mi papel de chica mala.

-Vaya, 2 accidentes en un día, debes ser un imán para ellos.

-¿Qué haces aquí?

-Perdón por preocuparme por ti.

-Quiero decir, ¿qué pasó?

-Después de que mi hermana te diera tremenda paliza quedaste inconsiente, al regresar a tu casa un chico drogadicto embistió el auto de Ian, asi fue como llegaste aqui.

Cerró sus ojos tratando de procesar toda la información.

-¿Y tú?

-Ya te lo dije tenía curiosidad.

Claro que no, realmente estaba muriendo por dentro al saber que estaba en el hospital.

-¿Quién eres tú?

-¿Yo?, es.. es..., u, una broma ¿no?

Se limitó a verme con extrañeza y angustia.

-Yo, ¿te conozco?

Las lágrimas comenzaron a caer por mis mejillas, no me recordaba, me voltee hacia la ventana de la habitación, no debía verme alterada.

-¿Debería conocerte?

¡¡¡Sí deberías!!! Ya no tiene caso.

Lo único que se me ocurrió fue dejarle el dije que me había obsequiado tiempo atrás.

Lo puse en sus manos, y tras él, fuí cerrando todos y cada uno de sus dedos.

Le dí un beso en la frente.

-Te quiero- le dije.

Salí del cuarto tan pronto como pude, me subí a la moto, llegué a casa, me encerré en mi cuarto, mi guitarra, tocarla era lo que aliviaba mi dolor, entre sollozos y olor a madera se fue por un momento esa sensación.

-Mariana, ¿estás bien?

-Si estar bien implica sentir un vacío enorme en el corazón, entonces si, estoy muy bien.

-Me enteré del accidente.

-No me recuerda Jess...- dije y me heche a llorar.

-Él te recordará, ya verás.

No soportaba la idea de que él no me recordara.

No podía.

Mi vecino, mi amigo, mi novio?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora