Era la culpable, la había buscado por tanto tiempo y siempre estuvo en sus narices.
La sangre en sus manos la delataba, ya no había donde esconderlas.
Era el momento de elegir. ¿La razón o el corazón?
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Angélica
Al llegar estacione el auto lo más cerca que pude de la entrada. El lado de Daven prácticamente quedaba bajo techo si abría la puerta. Me baje deprisa volviéndome a mojar en el acto. Abrí la puerta de la casa para luego abrir la del auto y meter a Daven dentro. Lo deje como pude en el sofa volviendo a salir afuera para cerrar el auto y luego entrar para cerrar bien la casa.
Le quite toda la ropa de su cuerpo dejándolo completamente desnudo y lo acomode como pude en el sofá tapándolo con una frisa.
Sus ojos estaban completamente cerrados pero aún seguía temblando. Me dirigí a la cocina y busqué el antibiótico que tenía para la fiebre. Levante su cabeza con cuidado y le di la cantidad establecida. Luego puse la alarma, ya que en 4 horas debía volver a dárselo.
Fui al baño y me di una ducha rápida. Luego en mi habitación me coloqué un pantalón largo de pijama con una camisa manga larga y unas medias. El frío estaba haciendo su trabajo y estaba apoderándose de mi cuerpo.
Me dirigí a la cocina y abrí el refrigerador para sacar los ingredientes con los cuales prepararía una sopa. Es lo mejor para este clima y más aún para Daven en estos momentos.
Al cabo de un rato la sopa ya estaba lista. Me comí la mía haciendo que mi estomago se calentara. Luego con cuidado me dirigí con el tazón hacia la sala y lo llame.
— Daven — No obtuve respuesta.
Coloque mi mano en su frente y note que la fiebre había disminuido un poco pero aún así sentía que estaba ardiendo.
— No ... — susurró en voz baja.
— ¿Daven? —
— No ... no ... — susurraba mientras movía la cabeza de un lado a otro.
Las gotas de sudor volvían a bajar por su frente pero esta vez no era por la fiebre. Estaba teniendo una pesadilla.
— Amor...— le hable en voz baja mientras le daba uno leves golpecitos en su mejilla — despierta.
— ¡Mamá! — grito sentándose de repente haciendo que yo me sobresaltara.
Su pecho subía y bajaba, su respiración era agitada. Sus ojos demostraban un temor que nunca antes había visto en él. Me senté a su lado y lo atraje hacia mi.
— Estoy aquí —susurré en su oído, lo sentí temblar. De un momento a otro comenzó a sollozar — Shh, tranquilo — comencé acariciar su cabello.
