4: Un momento

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Mientras Aidenora guiaba a Song por los oscuros pasadizos, él se aferró al caparazón y a la nota de la madre de Ikkena

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Mientras Aidenora guiaba a Song por los oscuros pasadizos, él se aferró al caparazón y a la nota de la madre de Ikkena. Estaba asustado de lo que le esperaba, pero también ansioso, todo parecía confuso en ese momento.

Finalmente, llegaron a la costa, iluminada por una débil luz de luna, pues las nubes se habían comenzado a arremolinar en el cielo. La anciana lo soltó y se sentó en una roca, mientras Song se quedaba de pie, nervioso y expectante.

—Ahora pequeño Song, debo contarte la verdad sobre tu madre. Pero ten en cuenta que no será fácil de aceptar, y cambiará todo lo que has conocido hasta ahora —dijo la anciana con voz grave y ronca.

Song asintió, decidido a enfrentar lo que sea que estuviera por venir. Sabía que no podía huir y debía descubrir la verdad.

—Escucha atentamente, Song. Leira, tu madre, era una sirena, un ser mágico del océano. Ella se enamoró del príncipe de Themnarq y decidió abandonar su hogar para estar con él. Sin embargo, el final de la historia no es como te contaron, la sirenita estaba dispuesta a matar al príncipe y volver al océano. Sin embargo, él nunca estuvo dormido como reza el cuento, y llegó a tiempo para escuchar a las hermanas y arrancar el cuchillo de sus manos, arrojándolo al mar. La sirenita quedó condenada a vivir como humana, mientras el príncipe Cire, sabiendo que tenía a su merced a esa pequeña y hermosa criatura mágica, anuló su matrimonio con la princesa y tomó a la sirenita como nueva esposa. Pero nadie en el reino puede decirlo, o correrán la misma suerte que la bibliotecaria Ahara. Ella prometió a Leira que la ayudaría a recuperar su verdadera forma, pero no lo pudo lograr.

Song quedó boquiabierto. Nunca hubiera imaginado que su madre era la verdadera sirenita, pero aun no sabía por qué ella y Ahara habían compartido un secreto tan significativo. El muchacho sintió que su mundo se tambaleaba. Sin embargo, un sentimiento de determinación y amor por su madre lo inundó.

—Haré lo que sea necesario para liberar a mi madre y dar a conocer la verdad detrás de todo esto. ¿Qué debo hacer?

Adeinora sonrió malignamente: —Deberás terminar el trabajo. La sangre del rey aun tiene el poder de deshacer el hechizo de la sirenita.

El joven se estremeció, ¡el rey era su padre! No podía matarlo así como así. —¿Cómo sé que no estás mintiendo?

La decrépita se encogió de hombros: —Si no te es suficiente con la visión del collar de caparazón, en que tu madre guardó lo último de su memoria de sirena y que fue resguardado por Ahara para entregártelo cuando tuvieras edad suficiente, caparazón que fue hallado por el rey y que arrojó al mar tras asesinar a la sabia bibliotecaria, entonces supongo que será suficiente con esto — y con un movimiento de su mano, unas largas y fuertes algas salieron de mar y sujetaron a Song, arrastrándolo al agua.

Por supuesto, el príncipe gritó y luchó, aterrado, pero las algas no lo soltaron. Song continuó luchando, hasta que se quedó sin aire en los pulmones, pero sorprendentemente, no se ahogó. A medida que lo sumergían más y más hondo, el príncipe comenzó a sentir una extraña sensación, como si estuviera volviendo a casa. Las algas lo soltaron en ese momento. El agua acariciaba su piel de manera reconfortante, y mientras se hundía hacia lo más profundo del océano, comenzó a sentir un cosquilleo.

Song miró con asombro mientras sus piernas comenzaban a unirse y se fusionaban en una sola extremidad. Cada músculo y hueso se transformaba lentamente, escamas comenzaron a aparecer, cubriendo su piel blanca con tonos iridiscentes que reflejaban la luz.
Sus piernas se convirtieron en una magnífica cola de escamas brillantes, que relucían bajo la luz del océano.

La transformación se completó, y Song emergió a la superficie del agua, brillando bajo la luna. Respiró profundamente, ahora capaz de respirar tanto aire como agua. Su canto resonó en el océano, llenando el ambiente con una melodía encantadora.

Cada movimiento de su cola de pez lo impulsaba a través del agua de manera elegante y ágil. La sensación de propulsarse a través del agua, deslizándose grácilmente, era algo inigualable. Su nueva cola generaba una fuerza increíble que lo impulsaba hacia adelante, permitiéndole nadar con una velocidad y gracia que nunca había experimentado antes.

A medida que su cuerpo se adaptaba a su nueva forma acuática, Song sentía una sensación indescriptible de libertad y ligereza. Se dio cuenta de que no había nada que temer en ese nuevo mundo, porque era parte de él. Ahora entendía por qué su madre había dejado destellos de su pasado sirena en su memoria, y por qué Ahara había guardado el collar de caparazón para él. Era su destino descubrir la verdad y liberar a su madre de su maldición humana.

Después de dar algunas piruetas y disfrutar de la velocidad que podía alcanzar con su nueva cola, Song regresó, decidido, ante la anciana: —¿Qué debo hacer? Estoy seguro de que matar a mi padre no es la única manera de salvar a mi mamá.

Aidenora pareció pensar por un momento, y respondió con una sonrisa: —Hay solo una manera más de romper el hechizo, pero es mil veces más peligrosa. Es mucho mejor si acabas con la vida del rey.

Pero el príncipe aun insistió: —¿Cuál es la otra manera? Yo juzgaré si es o no peligrosa. Dímela, por favor.

—En ese caso, deberás ir a las profundidades y tomar el tridente dorado, el artefacto mágico más poderoso que los hechiceros del mar han poseído. Tráelo, y podrás salvar a la sirenita.

Song sintió dudas, pero las alejó de inmediato. Aidenora ya había probado que decía la verdad, y él no quería perder un momento más. —¡Eso haré!

La vieja sonrió y señaló a una de las estrellas en el horizonte: —Sigue la dirección de la Carina, y cuando estés justo debajo de ella, habrás llegado.

El joven asintió y comenzó su nado en busca del tridente.

El joven asintió y comenzó su nado en busca del tridente

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El hijo de la sirenaWhere stories live. Discover now