Capítulo seis

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     Los días pasaban con lentitud y trabajo, junto a sus horas interminables y atardeceres repentinos: no importaba en que luna fuera ni que actividades se realizarán, a las tres de la tarde la luz solar comenzaba a esconderse, a guardarse y a dejar de iluminar cada rincón de esa dimensiones, sin embargo, los alienígenas no paraban en sus tareas, al contrario: una incandescencia repentina vestía las casas, los edificios y los lugares de empleo, y por está razón, la galaxia Andrómeda aun permanecía alerta.

     Joen, quien se encontraba instalado al lado de la ventana, no paraba de saborear el smoothie de frambuesas que se había preparado minutos atrás, y mientras se tomaba el tiempo en terminar su cena, su mente viaja hacia la chica de cabellos blancos y los acontecimientos que la rodeaban: ¿Estaría bien de salud?, ¿qué era lo que comía últimamente?, ¿sabría ya algo del paradero de sus padres?, ¿qué le deparaba su habilidad? Quería saberlo todo, ansiaba volver a verla, pero también era consciente de que hacer tal cosa podía suponer un riesgo para muchos, así que sin más, expulsa el aire contenido, se aparta del alféizar y traga las últimas gotas de su bebida.

     El chico se lame los labios, echa la cabeza hacia atrás y por poco hace que el vaso de vidrio explote entre sus dedos, sin embargo, esto no llega a suceder, ya que él toma la iniciativa de dirigirse hacía el fregadero, abrir la llave del agua y lavar los restos de fruta, cuando de repente, unas náuseas inesperadas invaden su garganta, un escalofrío lo recorre de pies a cabeza y, dejándose llevar por una que otra arcada, Joen corre hacía el baño más cercano y expulsa todo lo que su estómago había estado reteniendo.

     El guerrero no era de los que se enfermaban a menudo, y es por eso que al ver como una sustancia negra y viscosa invadía su nariz, se aterra. Más espasmos violentos sacuden su cuerpo, y un sudor frío, que antes no se encontraba en él, ahora recorría su pecho, cuello y sienes.

—¡Papá!— consigue gritar Joen con la respiración entrecortada.

     Apolo, quien hasta hace momentos se mantenía concentrado en la organización de unos papeles, frunce el ceño y de inmediato corre hacía el origen de la exclamación. Cruza la puerta de la oficina, transita por el largo pasillo y al encontrar a su hijo aclucillado, no duda en ayudarlo: con rapidez, le aparta el cabello de la cara, después busca el medidor de energía y, mientras su mano daba ligeros toques en su hombro, el sonido de la puerta principal lo percata de una presencia más.

—¿Qué me pasa?

—No lo sé, pero lo averiguaremos, lo prometo— dice el padre tratando de transmitirle su valentía.

—Tengo frío... ¿por qué tengo frío?

     Sus manos comenzaron a temblar, y a estas les siguió el cuerpo entero. Un sabor agrio invade sus papilas gustativas, y en el instante en que Alex se planta en el umbral, un nuevo espasmo le sucede a Joen, junto con la vergonzosa acción de expulsar más líquido del que tenía planeado. Su amigo, impactado, sacude la cabeza para evitar que los pensamientos negativos lo desmoronen, y sosteniendo el artefacto que el señor Apolo había dejado caer, lo enciende para que la luz pueda escanear la anatomía del guerrero morado.

—Niveles altos. Maldición— susurró el rubio al tiempo que toma una toalla y la humedece.

—Hay que buscar la manera de bajarlos. Alex, ¿tú sabrías que se pondrá así?

     El soldado de la Luna Azul detiene sus movimientos, se lame los labios y se enfrenta a la mirada inquisidora de Joen, quien en medio de una pausa imprevista, pudo escuchar esa parte de la conversación. ¿Por qué se quedaba callado?, ¿qué ocultaba?

—Alex— dice Apolo con severidad.

—Hace unos segundos, Lara tuvo otra recaída. Deseaba saber si la distancia estaba de nuestro lado, y en cierto aspecto así es, pero...

Luna de Fuego [Saga Moons #3] {➖}Where stories live. Discover now