Capitulo 7 - El nuevo dia -

9 2 0
                                    

Todo principio tiene un fin. Al igual que con cada final, siempre hay un nuevo principio.

No recuerdo quien me lo enseñó, pero quien quiera que fuera, era una persona sabia.

Querida extraña

-El nuevo día-

"¡Hay alguien!" escuché un grito lejano. "Rápido. He encontrado supervivientes" oí la voz chillar con prisa. La pared crujió y un diminuto haz de luz asomó por un agujero. Gruñí por el insaciable dolor de cabeza y por el tono agudo de la voz.

"¿Estáis bien? Aguantad, enseguida os sacaremos de aquí" llamaba la voz. "¿Estáis heridos?¿Cuántos sois?¿Había alguien más en el edificio?" resoplé ante el incesante bombardeó de preguntas. Tras unos segundos, mi nublada mente reaccionó, comprendiendo.

Por fin habían llegado los rescatadores.

Parpadeó sorprendida mientras aquel hombre me dedicaba palabras de apoyo mientras trabajaba contrarreloj por acceder a lo que quedaba de la oficina.

Milagrosamente, aún estaba viva.¿O estaba soñando?

No, no estaba soñando, todo mi cuerpo se quejaba. Seguía respirando en este mundo.

Entonces, no se nos había caído el edificio encima ¿verdad? Ya me había dado por muerta. Reí de alegría, no pude evitarlo. No todo estaba perdido. "Minji, estamos a salvo" susurré contenta.

Mi alegría se desvaneció cuando Minji no contestó, no se movió. "¿Minji?"

Una gran angustia se apoderó de mí y empecé a hiperventilar. No, no, no , no. Negué vehementemente. Zarandeó su mano, que seguía pegada a la mía. Su enganche se suavizó, sin fuerza. Minji no reaccionaba.

"No" gemí temiendo lo peor.

No era justo.

"Minji" volví a llamarla obteniendo la misma respuesta. Silencio

Mi barbilla empezaba a temblar luchando por no hacer muecas de angustia y aflicción cuando me di cuenta.

"Pum-pum" escuche un sonido sordo, como un tambor bajo el agua.

Agudice mi oído. "Pum-pum"

"Pum-pum" De nuevo. No eran los martillazos de aquel bombero creando una entrada, era algo mucho más hermoso. Eran los latidos de Minji que resonaban calmados junto a mí.

Minji estaba viva. Me sentí tan aliviada que por poco me desmayo yo también. Acaricié con mi pulgar el dorso de su mano. "Minji" suspiré. Menudo susto me había dado. La acababa de conocer y ya me aterraba la idea de perderla.

En pocos minutos, los del equipo de rescate habían abierto una puerta en la pared y entraron cautelosos. Escuché sus pasos acercarse. Nos alumbraron con sus linternas, cegándome con el súbito cambio de luz.

"Ey" se arrodilló uno de esos hombres a nuestro lado, estudiando nuestra situación. "Hola" contesté yo torpemente, mostrando mi gran lucidez del momento.

"Vamos a sacaros de aquí" me prometió el hombre con voz tranquilizadora, entrenada.

Sus compañeros tomaron a Minji apartándola de mí. "Cuidado" les avisé "Creo que tiene un brazo roto" les informé para que la cogieran con delicadeza. Yo sostuve su mano lo máximo que pude, no quería dejarla ir.

Cuando la solté, Minji soltó una queja. Estaba recobrando la conciencia. Cuando despertó ya estaba lejos de mi, apunto de cruzar la pared.

"Bora" fue lo primero que pronunció al despertar. Asustada por verse en manos de extraños, sin verme cerca. "Bora" gritó buscándome. Hubiera vuelto a por mi si uno de los hombres no la hubiera agarrado fuerte. "Tenemos que salir de aquí señorita, mis compañeros se encargarán de su amiga, no se preocupe. Ahora debe acompañarnos a que la vea un médico" le ordenó educadamente él.

Efectivamente nuestros salvadores hicieron el trabajo. En un momento me habían sacado debajo de aquel pedazo de pedrusco. Mis piernas me dolían y me las sentía dormidas. Los bomberos no me dejaron hacer nada y me sacaron de ahí en un abrir y cerrar de ojos. Me llevaron entre dos. Bajamos por el ascensor mecánico del coche de bomberos. Bueno, al menos supe que sí seguíamos en el segundo piso, observé.

Una vez fuera y en tierra, me obligaron a estirarme en una camilla y me prohibieron moverme. Los sanitarios estuvieron sobre mi casi de inmediato, haciéndome preguntas, jugando con una lucecita con mis ojos. Comprobando cada rasguño y corte en mi piel.

Parecía que el pequeño infierno había acabado definitivamente. Ya todo iría bien, me prometí.

Ahora a la tenue luz de un amanecer, respiré profundamente, aire libre y limpio. Me vi reflejada en uno de los relucientes vehículos que se amontonaban alrededor del derruido inmueble. Estaba espantosa, sucia, pálida, despeinada y llena de mugre y sangre. No estaba en mi mejor momento, me alegré que mi familia no estuviese ahí para verme en ese penoso estado.

Llevaron mi camilla hacia una ambulancia, para trasladarme de inmediato al hospital y yo levanté levemente la cabeza observando mi alrededor. Había mucha gente ahí, bomberos, ambulancia, policía, algunos vecinos curiosos, e incluso empezaban a llegar medios de comunicación. Ninguno de ellos me interesaba, yo buscaba a una rubia de metro sesenta y siete, posiblemente tan sucia y haraposa como yo. No podía ser tan difícil de encontrar.

Al pasar frente a otra ambulancia, la ví. Ahí estaba. Sentada y con la mirada perdida.

Me vio y se puso de pie escapándose de la distraída enfermera que la estaba atendiendo. Tenía una manta sobre los hombros que se agarraba con el brazo. El otro caía inerte junto a su torso, bajo la manta.

Dio dos pasos hacia mí, reconociéndome a pesar de ser la primera vez que realmente nos veíamos. Me siguió con la mirada y yo no aparté mis ojos de ella.

A pesar de toda la porquería, los rasguños, el pelo desordenado y aplastado a su rostro, Minji era hermosa.-Y para mí lo seguiría siendo aunque tuviese nariz de cerdo y el cejo junto-.

Siguió cuidándome con su contemplación. El resto del mundo se difuminó en el olvido. Nuestros ojos no se separaron hasta que entré en la ambulancia. Vi cómo la enfermera eludida corría tras Minji mientras mi nueva amiga estaba inmóvil e ignorante a ella a unos pasos de mi vehículo de asistencia. Le sonreí antes de que cerraran las puertas a mis pies, y la última imagen que obtuve de ella fue la de su rostro devolviéndome la más tierna de las sonrisas.

Dicen que el primer beso no se da con la boca sino con los ojos.

Ese día nos besamos por primera vez, con la inocencia del primer amor, con la añoranza del último.

Nuestras miradas se encontraron y en un segundo, pude ver la eternidad.

Querida ExtrañaWhere stories live. Discover now