Aquí ya no me queda nada.

Al entrar de nuevo en la recámara que sentía como mía tiempo atrás solo la veo sombría y sin vida, es bonita, muy lo que era en el pasado.

Me paro en seco frente al espejo, me observo por unos segundos que parecen eternos

Tocar mi piel, tocar mis brazos y verme no se siente lo mismo, mi cabello ha crecido más de lo normal, me gusta como está. De todo lo malo, nació una nueva yo.

Llevo una sudadera con capucha, unos jeans desgarrados, voy de lo más básico. Ni una gota de maquillaje, más que el brillo de labios y mi máscara de pestañas.

Es lo queda de mi, una sombra, sin ningún tipo de sonrisa. Solo ansío que este año pase de lo más rápido y pueda huir, irme y volar a cumplir mis sueños.

—¡Hija!, ¡baja ya!. Se nos hace tarde —escucho el llamado de mamá desde las escaleras.

Observo la hora en mi teléfono, en efecto faltan quince minutos para entrar a la escuela y desde mi casa a ahí se hacen casi los quince y si mi padre pisa acelerador uno diez.

Tomo la mochila para ponerla en mi hombro, camino con pocas ganas.

—Anímate, volverás al instituto y lo más emocionante de eso es que volverás a ver a tus amigas —no surge efecto en mi aquellas palabras.

Cómo te digo mamá, nadie de allí ya no es nada.

—Claro —finjo emoción.

Subo al coche de papá quien ya me está esperando.

—No pongas esa cara, todo irá bien —pone en marcha el carro—. Seguro habrá nuevos amigos, no es necesario los del pasado.

No digo nada, saco mis audífonos para colocármelos.

Frunzo el ceño mientras voy viendo los demás autos pasar a nuestro lado. Veo como se van haciendo notar los estudiantes que van directo a tomar clases.

Me encojo en el asiento para ver si desaparezco de la faz. Mi padre se estaciona en un lugar libre para que baje.

—Hemos llegado, cualquier cosa marca nuestros números o solo ve a la dirección —hago una mueca—. Anda, pórtate bien cariño.

—Lo haré —sigo pegada al asiento sin querer salir—. No tenías por qué venir a dejarme pudo hacerlo el chófer.

—Es tu primer día, quería hacerlo —hay una preocupación en su voz—. Te quiero, y quiero cuidar de ti.

—Gracias pero ya estoy bien. Necesito acoplarme de nuevo a esto, estaba haciendo una vida en Canadá papá y de la nada regreso aquí, no se cómo procesarlo, necesito un poco de tiempo —explico.

—Lo se cariño, todo a su tiempo. Lamento que tuviéramos que traerte de nuevo, sabemos que sufriste estás vacaciones; nosotros también te extrañábamos.

Aprieto la mochila a mi pecho. Es hora.

—Tengo que irme, está por sonar la chicharra.

Bajo sin ver a los demás.

Enfócate solo en una cosa: llegar al aula y buscar un asiento vacío para usar.

Veo el camino que seguiré hasta llegar al portón, de ahí veré los pasillos de diferentes aulas y buscaré la dirección para pedir un horario, buscar la aula y listo.

Todo suena tan difícil para mí. Si se puede.

Aferro mis manos a las correas que unen a la mochila, bajo un poco la mirada para no ver cómo los demás posan sus ojos en mi. Seguro estarán sorprendidos o impactados por mi presencia. Solo debo de hacer como si no existieran.

Yo también quiero mi final feliz Where stories live. Discover now