Spotted: Blair Waldorf, nuestra reina B, fue vista con Archibald en lo que parecía ser una situación demasiado comprometedora. Pero, esperen, no es con quien ustedes piensan. Al parecer, B se confundió de Archibald. No podemos culparla, al fin y al...
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En el lado Este, es fácil creer que el mundo es exactamente como parece. Refinado. Elegante. Imponente.
Pero a veces solo se necesita una llave para abrir la faceta desenfrenada.
—Mi gente en el Palace me informó que Carter Baizen salió de la ciudad la misma noche del Baile de Debutantes.
Soltó Chuck Bass en un murmullo discreto, tal cual G-talk, una vez que llegó hasta Sophie. Chuck tenía la rara tendencia de sentirse todo un gánster, pero lo más cercano que había estado en ser uno fue en el GTA: Vice City Stories que su padre le regaló la navidad pasada.
Al escucharlo, Sophie sacó el zippo que guardaba en el bolsillo de su bata, ese que siempre llevaba consigo y con el cual jugueteaba cada que se encontraba nerviosa u ansiosa.
Justo como ahora lo estaba.
Como si no hubiese sido suficiente tenerlos presente durante todos esos días posteriores a su partida, los recuerdos de la noche del Baile de Debutantes pasaron en su mente tal cual cinta cinematográfica una vez más y, con forme avanzaba, más doloroso y complicado se volvía el mantenerse firme y no derrumbarse ante ellos.
Le atormentaban en todo momento.
Carter Baizen no fue el único que huyó de Manhattan esa misma noche. Pero, contrario a él, a Sophie de nada le había servido hacerlo pues a donde iba, la veía.
Nunca podría alejarse completamente de ella. Blair Waldorf estaba en todos lados.
Podía verla, oírla y sentirla perfectamente.
Pero no era ella en sí.
Sophie sentía que le habían arrebatado una parte de sí misma. Se sentía vacía al no tenerla a su lado, tanto que ni el propio fantasma de la castaña pudo llenar el mismo hueco que con su ausencia había formado. Su voz, misma voz que miles de veces atrás le había devuelto a la vida, ahora se escuchaba como un eco, tan débil y confuso. Y que por más que trataba de llegar a ella, Sophie terminaba en el mismo punto lejano de siempre.
No había día en el que no se preguntara qué estaría haciendo. Qué haría en el momento.
Y si la extrañaba. Si la extrañaba tanto como Sophie lo hacía.
Su mente era su principal enemiga al recordársela en todo momento, porque daba la casualidad de que era la misma quien le recalcaba que había sido ella la principal causante en alejarla.
Ella misma había sido la principal causa de su desgracia.
