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La música sonaba en el altavoz de mi habitación, bailaba al ritmo de la canción y quitaba el último tubo de mi cabello dejando a la vista el bonito ondulado del cual eran autores

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La música sonaba en el altavoz de mi habitación, bailaba al ritmo de la canción y quitaba el último tubo de mi cabello dejando a la vista el bonito ondulado del cual eran autores.

Agité un poco la cabeza para que mi flequillo se acomodara naturalmente, tomé mi brocha y apliqué un poco más de blush rosa en mis mejillas y punta de la nariz. Amaba el inicio de la víspera de navidad, solía tomar el mismo trabajo todas estas temporadas y estaba completamente enamorada de la magia que desprendían estos días.

Acomode el listón rojo sobre mi cabello dándome una sonrisa en el espejo, rocié un poco de perfume sobre mi vestimenta y pause la música desde mi teléfono, jale mi mochila para después bajar las escaleras.

Abrí el horno justo cuando el temporizador sonó, alcancé mi guante y saqué la bandeja llena de hombrecitos de jengibre.

—¡Me voy en cinco minutos Leah!—grité buscando un recipiente para poder llevarlos conmigo—¡Si quieres que te lleve a tu práctica de patinaje tenemos que irnos ya!—volví a gritarle.

Tararee la canción que anteriormente estaba escuchando mientras pasaba las galletas tibias a un lugar mejor, guardé el recipiente en mi mochila, camine hacia la entrada tomando mis llaves y asomando un poco la cabeza por la esquina de la pared que daba hacía la sala.

—Bye, nos vemos en la noche mami, deje algunas galletas en la mesa—ella asintió mientras me daba una sonrisa—¡Leah, me voy!—la adolescente comenzó a correr por las escaleras, abrí la puerta y ambas caminamos hacia el auto.

—¿No te cansas de sonreír todo el día?—dijo malhumorada y di un toque en su nariz.

—No porque ya no estoy en la pubertad—me encogí de hombros—Cuando termine tu etapa de rebeldía verás que no es tan malo darle la buena cara a la vida, Lee—dije entrando al auto.

Mi hermana solo se limitó a rodar los ojos e imitar mi acto, arranque tomando camino hacia el parque de nuestra ciudad, la dejé frente a la entrada advirtiéndole que tendría que regresar con sus amigas a casa porque salía tarde del trabajo, ella solo azoto la puerta y se fue sin decir más.

Suspiré volviendo a tomar camino hacia mi trabajo, ella era un poco difícil de tratar pero la quería como a nadie en el mundo y aunque ella no lo admitiera sabía que también me quería, a su manera, pero lo hacía.

Aparqué en el estacionamiento para empleados sacando mi mochila con dificultad y corriendo hasta la entrada, saqué el recipiente con galletas repartiéndolas con los guardias de seguridad, algunas chicas de los stands de información para viajes, personal de limpieza y cuando llegue a mi zona, ofrecí a todos y cada uno de mis compañeros.

—¡Llegó la alegría de la villa de Santa Claus!—exclamó Rosie, la manager y encargada de que todo esté bajo control, tomó una galleta y cerró los ojos disfrutando el sabor—¡Por eso amo la navidad!—dijo fingiendo llorar y reí.

My snowman and me; Quackity Donde viven las historias. Descúbrelo ahora