Capítulo XXVI

72.3K 7.9K 5K
                                    

XVI - TRIPLE

Al oír el timbre de casa, lo primero que pienso es que ya abrirán mamá o papá. Lo segundo es que probablemente se han ido a trabajar; mamá hoy tenía un bautizo y papá tiene que abrir la tienda. Por lo tanto, puedo confiar en Pelusa o levantarme y abrir yo misma.

Yo no contaría con la ayuda de Pelusa.

Pues solo queda una opción.

No sé qué cara tengo al abrir la puerta, pero por la de Tommy deduzco que no es demasiado buena. Después de todo, hasta hace cinco minutos dormía. El pobre da un respingo hacia atrás, me mira de arriba a abajo y finalmente fuerza una sonrisa para disimular.

—¡Buenos días! —dice alegremente—. ¿Te he despertado?

—Son las ocho de la mañana, Tommy.

—Y eso no responde a mi pregunta, pero te perdono por ser tú. Además, ¡traigo desayuno!

Sin pedir permiso —tampoco es que lo necesite—, Tommy me aparta para entrar en casa. Huele a comida, efectivamente. En cuanto deja la bolsa en la mesa de la cocina, me dejo caer en la silla que tiene al lado.

Tommy lleva puesta su ropa de deporte, así que supongo que vuelve del gimnasio. Es de esas personas odiosas que son capaces de todo nada más levantarse, no como yo, que apenas puedo con mi vida. Bostezo y me froto los ojos, amargada.

De mientras, Tommy me sirve el desayuno que ha ido a buscar. Son gofres con trocitos de fruta por encima. Tiene buena pinta.

—Perdón, pero no tengo mucha hambre —lamento—. Puedo llevárselo a mi padre.

—Es para ti. ¡El desayuno es la comida más importante del día!

—Vale, abuelo. ¿También me lo darás a la boquita?

—Si quieres. —Se encoge de hombros y, de nuevo sin preguntar, va a por los cubiertos—. ¡Come algo!

El grito hace que me despierte del todo y, apresurada, alcance el café y le dé un sorbito. Oh, leche de avena. Perfecto. Tommy sonríe con satisfacción y se sienta a mi lado. Con toda la alegría del mundo, se pone a robarme trocitos de fruta.

Y... silencio.

—¿Tommy? —murmuro, todavía tratando de ubicarme.

—¿Sí?

—No has venido solo a traerme desayuno, ¿verdad?

—Por supuesto que sí. Para eso están los amigos.

—Ya, ya... pero quieres alguna cosa más.

En lugar de responder, esboza una pequeña sonrisa inocente.

Oh, oh.

—Puede que tenga un motivo superior —admite.

—Ya decía yo...

—Te necesito para una cosa. Una que no puedo hacer yo solo.

—¿Debería preocuparme?

—¡No!

—Vale, debería preocuparme.

—Esta noche saldré con unos amigos. Iremos al bar de nuestra calle.

No sé qué espera que haga con esa información, pero me limito a asentir con la cabeza y darle otro trago al café.

—Me parece perfecto —comento con solemnidad.

—Y vas a venir.

—Mmm... no sé si me apetece mucho socializar.

—Necesito que vengas para ayudarme con un plan malvado. Es decir... ¡no se lo puedo pedir a nadie más!

La primera canciónOnde histórias criam vida. Descubra agora