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Desde aquel fatídico día no había vuelto a mantener contacto con nadie de esa academia, únicamente algunas veces con su hermano, y eran únicamente llamadas para asegurarse de que estaba bien y poco más.

No quería volver a tener relación alguna con nada de ese mundo, quería olvidarlo y todo, hacer como que nada había pasado, pero no era tan fácil.

—Allinq. Te esperan en la sala 3, un hombre ha venido con un corte en el pecho, debes curarlo y coserlo. —Nera apareció en la sala de descanso. —Iría yo, pero se niega a que lo trate, tu tienes mal carácter, mira a ver si a ti te hace caso.

—Echándome la mierda, muy bonito, la próxima vez que toque poner una sonda lo vas a hacer tú. —Se levantó del sillón y se encaminó a la habitación. Miró su reloj. Era 7 de diciembre. El cumpleaños de Satoru. Cumplía 28. Sacudió su cabeza olvidándose de eso. —Buenas tardes. —La mujer se adentró en la sala.

—Allinq, menuda sorpresa.

—¿Seito?¿Que haces aquí? —Sonrió levemente, se acercó a él y observó el corte de su pecho. —Cierto, me dijeron que habían venido con un corte ¿Como te has hecho esto?

—Nada, mis cosas, las maldiciones y eso. —Sonrió mirándola, o al menos eso suponía, nunca abría los ojos.

—Entiendo. —Cogió el material necesario y lo puso en la mesita. —Te va a doler ¿Necesitas anestesia?

—¿No puedes usar tu técnica?

—Puedo... Pero va a quedar muy feo, no se me da bien.

—Me da igual, son heridas de guerra, como decías tú. —La albina asintió y posó su mano derecha sobre la herida. Esta comenzó a curarse dejando una fea cicatriz. —¿Que tal te va con Suguru?

La mujer rápidamente se tensó al por de nuevo su nombre, después de aquel suceso.

—Ya no estamos juntos... Falleció por un accidente hace unos meses.

—Oh, lo siento mucho, no debí haber preguntado sin informarme antes...

—No te preocupes. Ya está curado, puedes irte.

—Ha sido un placer volver a verte, hermosa.

La mujer asintió sin mirarlo, estaba guardando los utensilios, no los había abierto por lo que no habría problema de contaminación. Salió de la habitación yendo directamente al baño, se dejó caer de rodillas al suelo en cuanto tuvo un momento de soledad. Apretó su uniforme en la zona de su pecho, comenzando a llorar en silencio.

El corazón le dolía, estaba rota por dentro, la muerte de Suguru había sido un golpe demasiado fuerte, hubiera preferido morir ella antes de que lo hiciera el, así lo quería, aunque el no hubiera hecho lo mismo por ella, estaba segura. Lo estaba porque la acción que tuvo de largarse sin avisar hace 10 años no era propia de una persona que amaba a otra.

Esto le había costado meses asimilarlo, que Suguru no la quería, no la amaba, no sabía porque habían estado juntos, pero ella era únicamente una niña enamorada pérdida de un chico mayor, apuesto, fuerte, y muy buena persona.

Estiró sus manos y cogió su propio cabello, comenzó a llorar en voz alta, le daba igual si alguien la escuchaba, en ese instante solo existían ella y sus pensamientos. El exterior era difuso.

—Porque... Porque tuviste que irte sin avisarme antes. —Su voz sonaba rota, demasiado triste y dolida. —¡Yo te amaba, joder!

Golpeó con fuerza el suelo, haciendo un pequeño hundimiento donde había golpeado.

—Tesoro... Tranquila, todo estará bien... —Nera entró rápidamente al baño y la acurrucó entre sus brazos. —Mi niña... Todo saldrá bien, tranquila. Estoy aquí... No me voy a ir...

Allinq se aferró al uniforme de su compañera y continuó llorando.

—Si hubiera sabido que te pondrías así no te habría mandado a curar a ese hombre... —Añadió la mujer.

—No ha sido culpa de Seito... El no sabía nada... Sólo... Estoy cansada de todo, no puedo más, siento que todo se me viene encima, mis problemas mentales, los problemas de mi pasado, mi trabajo, es un cúmulo de cosas.

—Lo sé, lo sé. ¿Te tomas la medicación para la depresión?

—Si, aunque no la quiero seguir tomando, solo quiero saltar de esa ventana y que todo se acabe...

—No lo vas a hacer.

—Si lo voy a hacer... —Se quedó en silencio unos segundos.—Pero no quiero... Ayúdame por favor, no quiero morir. Aún no ha llegado mi hora...

—Pienso ayudarte, dalo por hecho, no voy a quitarte los ojos de encima. —Acunó su rostro entre sus manos. —Vamos a salir juntas hacia delante.

(...)

Un par de meses más tarde, su recuperación comenzó a ser productiva, poco a poco comenzaba a salir más y a tener menos ataques, cosa que era bastante buena.

—¿Como estás hoy?—Nera se asomó por la puerta de la habitación donde ella estaba durmiendo. —Arriba, que tú turno empieza en nada.

—Bien... Estoy bien, muchísimo mejor, gracias, ya no me pongo tan triste cuando hablo sobre el...

—Eso es bueno, de verdad que sí. Oh, te has cambiado el color de pelo, te queda bien, el negro te favorece.

—Bueno, voy a hacer mi turno en urgencias, luego nos vemos. Y gracias.

Corrió prácticamente para llegar a tiempo. Hacía varios días que la llamaban de la escuela de hechicería de la misma ciudad, rogándole y suplicándole que volviera, que había algo que se avecinaba, algo gordísimo, pero tenían al maravilloso y todo poderoso Gojo Satoru ¿De que preocuparse y tomarse la molestia de llamar a otra hechicera?

—Acuérdese de tomarse sus medicamentos las 3 veces al día por favor, así su neumonía no empeorará, señora hágame ese favor. —La ahora pelinegra sonrió tomando con una mano la pequeña maldición que reposaba sobre la espalda de la señora. —Que pase un buen día.

En cuanto la señora se fue, Allinq aprovechó para aplastar la cabeza de la maldición con la fuerza de su mano. Puso una mueca al ver la sangre morada, la limpió en su pijama de uniforme sabiendo que nadie más podría verla.

—No debería hacer eso señorita, el pijama es blanco. —La enfermera alzó su cabeza al escuchar aquella voz tan conocida, suspiró y lo miró por encima del hombro. —Un placer volver a verte, Allinq.

Fin.

Medio HechiceraWhere stories live. Discover now