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Se acercó corriendo a la señora del suelo, la cargó y la apoyó en sus piernas. No respiraba.

—Kima-san... Porfavor... No puede morir aquí... ¿Quién cuidara de Toge si usted no está? —Golpeaba levemente sus mejillas. Esta no reaccionaba. —Geto, saca a Toge de aquí.

Asintió y se fue rápidamente de allí, cargando al pequeño entre sus brazos. Allinq se sentó frente a ella e hizo una reverencia apoyando su frente sobre el suelo.

—Descanse en paz...

Se levantó y cargó el cuerpo a su espalda, salió del pasadizo y bajó a la sala, con todos. Gojo la miró, notando a la señora de atrás. La de ojos morados negó, indicando que no estaba viva.

—¿Podemos ir a enterrarla? Porfavor... —Ambos asintieron en silencio, fueron al coche que se encontraba fuera y la dejó con cuidado en uno de los asientos, para después tomar a su hermano de los brazos del azabache, se sentó detrás con el apoyado y acurrucado en su cuerpo. —Siento no haberte protegido... —Murmuró mientras limpiaba la boca del menor con la yema de sus dedos, esta tenía rastros de sangre, si antes había hablado se había hecho daño, y más cuando aún era tan joven. —Mi pequeño salmón...

El coche estacionó y ella bajó cargando aún al menor. Gojo cargó a Kima y la llevaron hacia una colina, aquella a la señora solía llevarlos cuando eran más pequeños a ver el atardecer. Allinq le dió su hermano a Geto y se agachó, tocando el suelo, cerró los ojos concentrándose y una vez los abrió con rapidez ejerció fuerza, creando una fosa bastante amplia. Tomó el cuerpo de la canosa y la tumbó en la tierra.

—Yo me encargo de taparla. —Gojo la frenó antes de que se encargara también ella. —Has hecho mucho por hoy, descansa...

Asintió mientras volvía con Geto, quitó varios cabellos blancos del rostro de Toge y sonrió levemente al verlo dormido.

—Volvamos a la academia. —Se quitó la chaqueta y la puso sobre el menor. Comenzó a caminar al coche con la cabeza gacha. Definitivamente aquel día había sido el peor hasta ahora.

Los hombres la siguieron de cerca, se subió al vehículo, de nuevo en los asientos de detrás. Esta vez fue Geto quien condució, mientras que el albino se sentó junto a ella. Automáticamente su cabeza se apoyó en su hombro, comenzando a llorar.

—Ya, ya... —Trató de consolarla. —No llores...

—Si le dices que no llore va a llorar. —Avisó Geto mientras tomaba una curva.

—Entonces llora, llora. —La mujer rió levemente.

—Así también voy a llorar.

—¿¡Entonces que te digo!? —Se quejó mientras cruzaba sus brazos.

—Nada, simplemente, tu compañía me basta...

Gojo asintió mientras la rodeaba con su brazo, pasándolo por encima de sus hombros. Ahora era Allinq la que tenía a Toge encima.

Una vez llegaron a la escuela de hechicería bajaron todos del coche, y se adentraron en esta. La albina miró al menor dormido apoyado en su pecho, sonrió enternecida y comenzó a caminar a su habitación en completo silencio. El frío de la noche se calaba en sus huesos, provocando que temblara debido al descenso de temperatura.

—Buenas noches, chicos. —Dijo antes de entrar a su cuarto, cerró la puerta tras de si y tras arropar al pequeño se puso un pijama, después lo cambió a el por algo más abrigado y se tumbó a su lado, abrazándolo. —Buenas noche, enano.

A la mañana siguiente despertó, se estiró en la cama y al no notar a nadie a su lado comenzó a mover su mano por todo el colchón, aún con los ojos cerrados.

—¿Toge? —Se levantó rápidamente de la cama, buscando por toda la habitación, ni en el baño, ni en el armario, ni bajo de la cama, no estaba. —Mierda...

Salió corriendo de esta, iba descalza, pero eso no le importaba en absoluto en ese momento. Entró a las habitaciones contiguas a la suya.

—¿Buenos días? —Gojo la miró mientras acababa de ponerse el uniforme.—¿Que pasa?

—Toge. No está. —El de ojos azules asintió y fue con ella, ayudándolo a buscarlo. —Tu busca por el ala este, yo en la oeste. —Asintieron y comenzaro a moverse con rapidez. Entró a la habitación de Geto. Nada más entrar tropezó con un par de zapatillas y cayó de bruces al suelo. —Pero será desordenado... —Murmuró mientras comenzaba a mirar por todas partes. Suguru aún permanecía descansando. —Nada... Aquí tampoco. —Salió de la habitación.

—¡Gojo!¡Vete al diablo! —Se asomó a la habitación de Kento y se cruzó de brazos observando la escena. —¡No toques mis cosas!

—Oh, Nanamin ¿Y estos calzoncillos tan chulos? —Sacó uno negros completamente, se acercó al rubio y los puso en su cabeza riendo. —Muy apuesto, Nanami-kun.

—Gojo. —Dijo ella con voz algo amenazante. Kento al escucharla se quitó rápidamente la ropa interior de la cabeza y la guardó. —No has hecho nada de lo que te he dicho, salvo revisar los calzoncillos de Nanami. Sal de aquí.

El albino salió de allí con una sonrisa triunfante y fue buscando.

—Gracias, Inumaki-san...

—Oh por dios, Nanami, llámame sin honoríficos. Somos amigos. —Salió de la habitación y siguió buscando.

Decidió buscar fuera de la escuela, en los jardines de esta, se metió al bosque de frondosos árboles mientras llamaba el nombre del pequeño albino. Seguía sin aparecer.

—¿Allinq?¿Que buscas? —Geto apareció frente a ella. Se agachó levemente a mirarla con las manos en sus bolsillos. Ella le explicó todo. —Asi que el pequeño Toge se ha escapado... Bien, te ayudaré yo también, pero deberías salir aquí.

Decidió obedecer, no tenia ganas ni tiempo de preguntar el porqué, si era porque habían maldiciones no había problema, sabía defenderse sola, pero si el azabache lo decía debía ser por algo en especial.

—¡Toge!¡Tengo onigiris de atún con mayonesa! —Se quedó en absoluto silencio, tratando de oír algún ruido que le permitiera identificarlo.

—¿Atún? —Sonrió aliviada al escuchar una voz infantil, se giró pero simplemente chocó con el pecho de alguien.

—Gojo, no tiene gracia. Buscalo bien.

Este rió mientras seguía su camino. La mujer decidió ir a la oficina del director, entró tras tocar a la puerta y soltó todo el aire que tenía acumulado al ver a su hermano tumbado entre los peluches que el mayor fabricaba.

—¿Lo buscabas? Llegó aquí está mañana, lo dejé quedarse aquí para que no fuera vagando y se perdiera. —Explicó el de gafas mientras arreglaba la costura de un panda gigante.

Allinq se acercó y lo cargó, lo abrazó con fuerza mientras escondía su rostro en el hueco de su cuello.

—Me habías asustado... Pensaba que te habían hecho algo... —Salió de la oficina tras agredecerle a Yaga y caminó hacia su habitación. —¿Sabes que vamos a hacer? No decirle nada a Gojo, así se desespera buscándote. —Ambos sonrieron de manera cómplice y entraron a la habitación de la albina.

—Asi que, lo tenías tú. —Geto, se dió la vuelta en la silla del escritorio de manera algo dramática. —¿Piensas decírselo a Satoru? —Ella negó. —Bien, yo tampoco. —Se levantó y acarició el cabello blanco del pequeño mientras le sonreía. —Tenemos una misión, mira a ver con quién lo dejas. —Susurró en su oído para después salir de la habitación.

—Pero no me susurres... Me pones nerviosa. —Murmuró para ella misma, el de ojos morados la miraba atentamente. —Tienes 7 años, no lo entiendes.

Medio HechiceraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora