Apreté la mandíbula porque los insultos se acumulaban en mi garganta. No sabía quién diablos se creía que era, pero nadie en el mundo entero podía hablarle a Shane de esa forma. Mi Odjur sonrió de esa forma amenazante y se acercó a él.

—Déjame aclararte algo, pedazo de escoria —comenzó  cuando se inclinó hacia él—. El único que puede darme órdenes, es él. —Me señaló con el índice. Después se inclinó aún más y lo sujetó de la camisa, haciendo que sus rostros casi se rozaran—. Yo no me rijo por tus leyes y no me supone ningún esfuerzo atravesarte la puta garganta con una navaja. Así que piénsalo mejor la próxima vez que quieras ordenarme como si fuera un maldito perro.

—Shane, suéltalo —ordené sin mucha convicción.

La verdad es que él no me caía muy bien y quizá se merecía que Shane le pateara el trasero. Pareció no escucharme al principio, pero al final lo empujó de vuelta a su silla y lucía como si considerara la opción de irse, aunque no me dejaría solo y por eso se quedó ahí. Yo me giré hacia el general con toda la firmeza que podía usar en ese momento.

—No vuelvas hablarle a mi Odjur de esa manera. ¿Te ha quedado claro?

Me miró sin responder porque no me respetaba, él creía que su deber solo existía con Alex.

—¡¿Te ha quedado claro?!

Mi voz retumbó en las paredes de la habitación y pude ver cómo todos se sorprendían ante eso, incluso él. Aún pude percibir el desafío en su mirada, pero bajó la cabeza en una reverencia y habló:

—Sí, príncipe.

—Vete de aquí, no voy a discutir nada. Déjenme solo con Shane. Ahora.

El general se tragó las palabras y salió de mi habitación junto con Nwosu. Me desplomé contra la cabecera y Shane ya estaba a mi lado antes de que me diera cuenta.

—Eso fue... —dudó.

—¿Me vi muy cool?

—Sí, fue muy cool.

Me sonrió y me di cuenta de que nunca lo había visto sonreír de esa forma. Le devolví el gesto y después noté que nos estábamos mirando fijamente por unos cuantos minutos, más de lo que sería normal. Él pareció darse cuenta de lo mismo porque se aclaró la garganta y desvió la mirada hacia otro lado.

Se quedó conmigo toda la noche, incluso aunque yo volví a dormirme varias veces, siempre estaba ahí cuando abría los ojos. No entendía como un simple evento me había hecho sentir tan agotado. Shane creía que quizá se debía a la deshidratación o algo parecido. Cualquiera que fuera la razón, me tomó más tiempo recuperarme del todo.

Al día siguiente volvió Alex y lo primero que hizo fue ir a visitarme. Lo supe porque aún tenía la ropa de combate puesta y lucía un poco maltrecho y sucio. Quise preguntarle qué había pasado y si estaba bien, pero no me dejó hablar, quería saber cómo estaba yo. Incluso cuando estaba herido y cansado, seguía comportándose como un hermano mayor.

—Escuché lo que pasó con el general —dijo después de nuestra charla inicial. Resoplé, ¿acaso había ido a acusarme como un niño de cinco años?

—Si esperas que me disculpe, olvídalo, eso no va a pasar.

—No puedes hablarle así a un general —me regañó.

—Claro que puedo, soy el príncipe, ¿no es cierto? Soy el maldito príncipe de los Kensington y me debe respeto al igual que a ti.

—Pensé que no querías ser un príncipe.

—Para ellos soy el príncipe y mientras esté aquí van a respetarme. Y a Shane también. No es una maldita mascota.

—Ya maldices tanto como él.

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