Capítulo 14

34 5 2
                                    

—Tenemos que salir de aquí.

No respondí. ¿Cuál era el punto? Alex estaba muerto, mis padres desaparecidos, yo era rehén del brujo más poderoso que existía y mi guardián no se podía transformar gracias a una especie de sedante que le habían inyectado antes. Escuché que Shane se movía alrededor buscando alguna grieta, pero era imposible. No saldríamos de ahí, ambos lo sabíamos y, ¿sinceramente? No me importaba. Estaba cansado, adolorido y mi pecho ardía como una antorcha. Quería morir. Quería dejar de existir porque el simple hecho de respirar me hacía sentir miserable. Ojalá nunca hubiera nacido en primer lugar. Ojalá nada de esto fuera real.

Pero era real. Tan real que dolía. Real como las manos de Shane que buscaron a tientas mi rostro acunándolo entre sus palmas. No podía verme en esa oscuridad, pero él intentaba hacerlo. Era una fortuna que fuera inútil porque no quería que nadie me viera en esos momentos, ni nunca.

—Escúchame, nada de esto es tu culpa.

Sonreí ante lo ingenuo que era.

—Claro que lo es.

—Tú no sabías quién era, Lysander. Tú no sabías sobre nada de esto, ni de tu maldito legado ni de lo que pasó en el reino.

—Mi nombre es Dean —respondí empujando sus manos lejos de mí—. Y tal vez sea hora de que me digas qué fue lo que pasó. Dijiste que los Kensington eran los más queridos, pero eso es mentira, ¿no es cierto? Eran odiados, eran crueles y por eso ahora quieren matarnos.

—¿Odiados? —exhaló y se recargó junto a mí con torpeza. Nuestros hombros se golpearon, pero a ninguno le importó—. Ese hijo de puta —murmuró—. No, lo que ese bastardo te haya dicho no es verdad. Neylianiz, tu padre, era un buen rey y no solo lo fue para los cazadores, sino para todas las criaturas que habitaban en su reino. No era perfecto, era un humano después de todo. Era justo, a veces era un bruto y un cabeza dura, pero Deeinna, tu madre, era sabia. Mientras los Kensington reinaban, había paz.

—¿Por qué desaparecieron entonces? —pregunté con enojo sin saber de dónde estaba naciendo al escuchar de mis maravillosos padres, esos que al parecer nos habían abandonado—. Si eran tan perfectos como tú dices, ¿por qué dejaron el reino? ¿Por qué nos abandonaron?

—Un día un nuevo clan llegó al reino para rendir su respeto a los reyes como todos lo hacían, y tu padre los aceptó porque él era así. El reino de los Kensington no era diferente a El Paso. Todos eran bienvenidos, mientras acataran las reglas, pero ese clan no estaba dispuesto a hacerlo. Mataban a todas las criaturas mágicas que encontraban y lo hacían en nombre de los Kensington, a espaldas de Neylianiz. Derramaron mucha sangre en la tierra de los Kensington, muchos sufrieron —hizo una pausa y exhaló—. Tu padre los descubrió e intentó expulsarlos del reino, pero ya se habían hecho de aliados, cazadores como ellos que se creían superiores a todo lo que no fuera humano. Su líder, Thraht desafió a tu padre a un duelo por la corona. Neylianiz ganó y el perdedor debía irse junto con toda su gente, pero no fue así.

>>Esa misma noche atacaron el palacio. Tenían brujos de su lado, brujos de magia negra que despreciaban a los Kensington tanto como Thraht y que, en cuestión de minutos, quemaron y destruyeron todo el palacio. Todos los sirvientes, los cocineros, las personas que vivían de los Kensington, todos murieron de formas que tú no te puedes imaginar.

>>Yo quería luchar. Quería defender el reino porque era mi hogar, pero Neylianiz me ordenó que los tomara a Loïc y a ti y que los sacara de ese lugar. Mi juramento estaba con él así que no tuve otra opción. Dejamos el palacio y, aunque quizá debí irme con ustedes para recordarles quiénes eran y a dónde pertenecían, no lo hice. Los dejé en un orfanato y volví al palacio, pero ya no quedaba nada en ese momento.

KensingtonWhere stories live. Discover now