《003.2》

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Créditos a su respectiva autora: @ashessonfire

Habían pasado un par de meses desde tu poco ideal primer encuentro con los cuervos

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Habían pasado un par de meses desde tu poco ideal primer encuentro con los cuervos. Desde aquel frenético día, tus cerraduras habían sido cambiadas por los últimos diseños, siendo inspeccionadas minuciosamente por tu marido hasta que incluso él, el maestro de su oficio, tuvo dificultades para forzarlas.

Aunque seguías sintiendo una paranoia inimaginable cada vez que girabas la llave de tu casa, el hecho de saber que Kaz había garantizado minuciosamente tu protección calmaba los nervios que revoloteaban en tu pecho. Las frecuentes visitas de tu marido no eran inusuales, a menudo se escabullía de su escritorio durante las primeras horas para disfrutar de tu compañía, permitiéndote bañarle en amor y afecto, algo que poco a poco había ido aceptando y descubriendo que disfrutaba enormemente, sólo con una condición.

Tenía que venir de ti.

Pero desde aquella noche, venía con más frecuencia, deteniéndose después de los atracos con regalos que había "comprado", o dejándose caer para trabajar en planos, afirmando que había demasiado papel desordenando el escritorio en su espacio habitual, haciéndote sonreír ante sus descaradas mentiras sólo para estar más cerca de ti.

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Kaz luchó enérgicamente con su mente la noche en que visitaste el Club Cuervo, teniendo que reprimir los deseos de su corazón de quedarse contigo, por tu seguridad y su tranquilidad.

Sin embargo, se arrastró hacia atrás, con la pierna agarrotada por el aire gélido, enviando agudos rayos de dolor hasta sus huesos. Sin embargo, eso no era lo que atormentaba al hombre mientras cojeaba de vuelta al Listón. Lo que más le atormentaba era la idea de que tendría que enfrentarse a sus cuervos sobre su única y verdadera debilidad.

Evidentemente, tú.

Kaz exigió la presencia de cada cuervo, ordenándoles que acudieran a su despacho en cuanto el sol empezó a desangrar lentamente su luz en la impenetrable oscuridad de Ketterdam. Una vez situados en la estrecha habitación, endureció la mirada y bajó la voz, transformándola en un tono mortífero.

-Soy consciente de que lo de anoche puede haberos sorprendido, sin embargo no debéis decir ni una palabra de ello a nadie. Ni a los Despojos, ni a los clientes, ni a los civiles. ¿He sido claro?- dijo Kaz, haciendo que Jesper tragara saliva, que Nina desviara la mirada hacia la condensación del cristal de la ventana y que Inej y Wylan encontraran interesantes motas de suciedad en los paneles del suelo.

Los cuervos permanecieron fieles a su palabra, todavía asombrados ante la misteriosa figura que parecía haber domesticado al Bastardo del Barril, pero mucho más asustados por las consecuencias que podría acarrear desobedecer la orden de su jefe. Sin embargo, Kaz había cometido un grave error con su orden, exigiendo que tu existencia permaneciera desconocida para los Despojos, pero sin especificar en ningún momento que tenían prohibido hablar de ti entre ellos.

One Shots ● Kaz BrekkerWhere stories live. Discover now