9. Susurros de una lengua muerta

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—Trata de estar tranquila —dice Olivia con tono tranquilizador—. Seguro solo ha sido un malentendido.

—Dios te oiga —Al escuchar mis palabras le dedica una sonrisa felina al suelo—. ¿Qué?

—Nada.

«Eres prácticamente la hija de un obispo, no durarás ni dos días aquí».

—¿Tú crees en Dios?

—Es un poco más complicado que eso. —Giramos en la última curva del corredor y llegamos al vestíbulo—. Ahora debemos apurarnos o llegaremos tarde.

Olivia abre los enormes paneles de la puerta principal y me hace una seña para que la siga.

—Historia Antigua se dicta en el edificio Beta —Se asoma por la puerta y mira hacia el cielo apretando los labios—. Espero que no nos alcance la lluvia, tenemos al menos diez minutos hasta el salón.

Bajamos rápidamente los pálidos escalones de piedra de la entrada y nos dirigimos hacia el este por uno de los tantos caminos apedreados. Aunque tenemos la misma altura, Olivia es mucho más rápida que yo, por lo que tengo que esforzarme un poco para seguirle el paso.

Algunas gotas han comenzado a caer y las copas de los árboles se mueven con furia, el viento es mucho más agresivo en el medio del río. El olor a tierra mojada invade en cuestión de segundos el ambiente mientras nos adentramos en el bosque. Imponentes ramificaciones forman arcos perfectos sobre nuestras cabezas, como si la misma naturaleza quisiera impedir que lleguemos empapadas a la clase.

Mis pies se detienen de forma involuntaria cuando vislumbro a lo lejos un grupo de personas vestidas con capas negras hasta el suelo. Avanzan rápidamente hasta perderse en una bifurcación.

Olivia se percata de mi ausencia después de avanzar unos diez metros. Se gira y frunce el ceño al verme.

—¿Qué pasa? —pregunta casi en un grito debido al ruido del viento.

Me acerco lentamente con la vista clavada en la curva donde desapareció el grupo.

—Había gente con...—Hago un gesto con los brazos, señalando de arriba abajo mi cuerpo—...unas túnicas extrañas.

Olivia me observa por un segundo y comienza a desternillarse de la risa.

—¿Por qué te ríes? No estoy loca, ¿no los viste? Estaban enfrente nues...

—Las capas son parte del uniforme —Otra carcajada sale despedida de su boca y se retuerce un poco. Apoya sus manos sobre sus muslos y me observa con ojos divertidos—. ¿Te has asustado?

El calor trepa por mi cuello y la fulmino con la mirada.

—Que gracioso —Comienzo a avanzar, pero a Olivia solo le toma dos segundos alcanzarme.

—Si hubieras visto tu cara... —Hace un ruido chillón al aguantarse la risa—. Parecía que habías visto al diablo.

—Oye, estamos en el siglo veintiuno, ¿Cuándo has visto a alguien usando una capa?

Touché. —Chasquea los dedos con aprobación—. Pero nadie puede decir que no nos vemos geniales con ellas.

—Genialmente medievales. —agrego.

Nuestras risas se esfuman con la repentina violencia del viento cuando llegamos a la última curva. Cuando doblamos, mis ojos se clavan en un edificio mediano, de al menos treinta metros de ancho y porosas paredes color hueso.

Un rayo parte el cielo y la lluvia cae estrepitosa sobre la isla, en una fascinante combinación de belleza e ira. Los vellos de mis brazos se erizan al escuchar el estridente trueno y una sensación de hormigueo recorre mi espalda, como si todo mi ser saboreara la furia del cielo azotando la tierra.

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⏰ Última actualización: Nov 21, 2023 ⏰

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