CAPÍTULO IV. Aura oscura.

Start from the beginning
                                    

—Lo sé, no os preocupéis.

Louis fue llevado hasta el interior de su casa, donde le recibió su madre con un vaso caliente de leche con miel. Su rostro fue llenado de besos, y aprendió que no debía preocuparse de nada, ya que sus padres siempre estarían ahí para protegerle.

Bar Hood, la actualidad.

Mantuvo esa costumbre hasta que todo cambió drásticamente en su vida, viéndose desolado ante la idea de tener que enfrentar el mundo sin la ayuda de sus padres. Había sido abandonado por su hermana cuando la catástrofe sucedió, por lo que fue un milagro que Zayn apareciese entre tanta gente huyendo.

La confianza que obtuvieron durante los últimos cinco años, fue suficiente como para poder quererle como a un hermano mayor, olvidando poco a poco que Luna dejó de estar en su vida en cuestión de minutos.

Louis siempre tuvo a alguien que velase por su seguridad. Nunca tuvo que lidiar con sus propios problemas, por eso corrió a los brazos de Zayn, buscando su consuelo. Estaba abrumado, sintiéndose como un completo debilucho que se comportaba como ese niño de cinco años que causaba problemas sin querer.

—Claro que si —insistió Zayn.

Normalmente, Louis se dejaba ayudar sin oponerse, pero estaba siendo una situación diferente. Harry no era como el resto de situaciones. Las palabras de su hermano no podrían solucionar el problema que se estaba llevando a cabo. Louis lo sabía, si Zayn iba a Jarana para conversar las cosas con Harry, todo sería mucho peor.

—No. Detente, por favor —rogó una última vez, posando sus manos sobre el pecho del más alto—. Solo conseguirás empeorar las cosas.

—¿Prefieres que no haga nada?

—Sí.

Su respuesta paralizó a Zayn, quien destensó su cuerpo de inmediato. Le observó a los ojos en uno de esos silencios que indicaban que estaba pensando demasiadas cosas a la vez, y Louis estaba deseando saber cuáles eran. Deseaba saber que era aquello que quería decirle, pero que aún estaba procesando.

—No lo entiendo. —Le dijo, frotando su rostro con una de sus manos—. A veces me desconciertas, Lou. Llegas llorando, me dices toda la mierda que ha ocurrido en el circo, ¿y quieres que no haga nada? Yo... de verdad que no te entiendo.

—No hace falta que lo hagas, solo... déjalo todo como está.

Zayn negó antes de entreabrir sus labios de nuevo, sin embargo, una mesa del fondo ordenó otra botella de añejo. Su hermano le lanzó una última mirada y se agachó a por la botella, saliendo de la barra para atender a los clientes.

El resto del día fue tranquilo; Louis se dedicó a quedarse en casa mientras se comía las galletas de chocolate que fueron rechazadas con brusquedad. Estaba un poco triste, pero no le daba importancia. Zayn continuaba trabajando, así que tenía toda la casa para él solo.

Eso no le gustaba.

El silencio no le gustaba. Odiaba la sensación de vacío que se creaba en su corazón cuando su respiración era lo único que podía percibir. Por eso mismo, se alzó del sofá y salió a la calle. En el bolsillo de su pantalón había un par de monedas, pensado que sería suficiente como para merendar algo en la cafetería de su amiga. Un poco de conversación le vendría bien.

Como cada vez que se adentraba al establecimiento, las campanitas resonaron con dulzura. Se ganó una sonrisa por parte de la camarera y se sentó en los altos taburetes de la barra. Siempre olía a fresas, como si tuviese un perfume especial para trabajar.

—Hola, Louis. —Le saludó, limpiando la zona con un paño húmedo—. ¿Las galletas estaban buenas?

—Deliciosas.

JARANAWhere stories live. Discover now